Con toda raz\u00f3n cualquiera dir\u00e1 que es un\nabsurdo. No tiene sentido poner el despertador a las dos de la madrugada en una\ncarpa levantada junto al r\u00edo Amazonas con el solo prop\u00f3sito de salir a\ncomprobar si alguien ha amontonado ollas en otra de las carpas. Pero es eso\nexactamente lo que hicimos. Ya ha sonado el despertador y parece que toda la\nhechicer\u00eda sonora de la selva despert\u00f3 junto con nosotros. En medio de las\ntinieblas nos sentimos testigos de las primeras horas de la Creaci\u00f3n. <\/p>\n\n\n\n
Lo mismo nos ocurri\u00f3 anoche. <\/p>\n\n\n\n
Antes de dormirnos, salimos en nuestra\ncanoa a buscar troncos para la fogata. Al regresar ya estaba oscuro y los\nrumores de la selva tropical, y la sensaci\u00f3n de soledad irremediable nos\nhicieron sentir m\u00e1s que nunca los sacudones de la aventura. Tuvimos la certeza\nde que llevaban raz\u00f3n las palabras del naturalista Alan Moore al definir la\nzona amaz\u00f3nica peruana del Manu -donde ahora estamos- como \u201cel \u00e1rea de conservaci\u00f3n de la naturaleza m\u00e1s\nextraordinaria del mundo por muchos conceptos\u201d <\/em><\/p>\n\n\n\n En el Manu se halla un tercio de todas\nlas especies de animales y plantas clasificados en la Tierra. Aunque la fauna\nno se deja ver f\u00e1cilmente. <\/p>\n\n\n\n OJOS FOSFORESCENTES <\/strong><\/p>\n\n\n\n Algo acapara nuestra atenci\u00f3n. Los cocodrilos\nnegros.\u2028Son los m\u00e1s grandes del\nAmazonas. Y parecen disfrutar mansamente aqu\u00ed su vida noct\u00e1mbula. Los\nobservamos largo rato, intrigados. Entonces fue cuando alguien nos cont\u00f3 que el\ncocinero les tiene un miedo p\u00e1nico. Pancho es un campesino de la sierra no\nacostumbrado a estos seres misteriosos. Y meses atr\u00e1s, cuando le toc\u00f3 dormir\npor primera vez en la regi\u00f3n amaz\u00f3nica, los ojos fosforescentes del r\u00edo le\ninquietaban los nervios. En la noche tuvo que dormir en su carpa-cocina, que\nsiempre se instala a orilla del r\u00edo por razones pr\u00e1cticas. Esa vecindad agudiz\u00f3\nsus temores. <\/p>\n\n\n\n Desesperado por el insomnio, a\nmedianoche se decidi\u00f3 por una medida extrema: frente a la puerta de la carpa\nconstruy\u00f3 una aparatosa barrera de ollas, sartenes, bidones, y troncos. (\u00a1A m\u00ed\ncon cocodrilos!). Y se durmi\u00f3 con ese profundo temor almacenado en siglos. <\/p>\n\n\n\n Cerca del amanecer, un ruido fenomenal\nlo hizo ponerse de pie como si tuviera resortes en las costillas. Algo alguien\n(\u00bfun caim\u00e1n negro?) hab\u00eda desbaratado el cerro de ollas y sartenes, provocando\nun estruendo. <\/p>\n\n\n\n Todo el campamento abri\u00f3 los ojos. <\/p>\n\n\n\n Desde ese infausto d\u00eda, el pobre Pancho\nes un serrano que debe simular indiferencia frente a los caimanes dentudos y a\nlas bromas pesadas. <\/p>\n\n\n\n Por eso nos hemos levantado a las dos de\nla madrugada. Esperamos comprobar si hay una barrera de ollas frente a la carpa\nde Pancho, o si \u00e9l duerme sin protecci\u00f3n. <\/p>\n\n\n\n Al llegar hab\u00eda un ser en vigilia. <\/p>\n\n\n\n Pancho sentado sobre sus piernas con los\nbrazos sobre el pecho y la vista en el r\u00edo. <\/p>\n\n\n\n -No tengo sue\u00f1o, p\u00e9. <\/em><\/p>\n\n\n\n BENDITO MIEDO <\/strong><\/p>\n\n\n\n A esos miedos at\u00e1vicos le debemos la\nconservaci\u00f3n de esta \u201cjoya cient\u00edfica incomparable\u201d, como ha definido el Manu\nel bi\u00f3logo John Terborgh, de la Universidad de Princeton. Otras zonas de la\nselva han sido arrasadas por los colonos, por los madereros y cazadores de\nanimales, El Manu, sin embargo, permaneci\u00f3 siempre \u201ccomo un enclave inexplorado y semiolvidado<\/em>\u201d. Tanto es as\u00ed, que\nsomos los primeros periodistas sudamericanos que llegamos al Per\u00fa para\nexpedicionar en esta enorme Reserva de la Biosfera. \u2028<\/p>\n\n\n\n \u00bfY qu\u00e9 tiene que ver el miedo\ncon su conservaci\u00f3n? Existen aqu\u00ed tribus cuya fiereza ha impedido hasta hoy que\nel hombre blanco tome contacto con ellas. Y que han mantenido alejadas a otras\ntribus menos belicosas. Los feroces amahuacas y yaminahuas parecen dispuestos a\nllegar sin rendirse hasta el siglo XXI. Y gracias a su bendita terquedad este\nmill\u00f3n y medio de hect\u00e1reas se conserv\u00f3 intacto. <\/p>\n\n\n\n Los colonos, que antes no se atrevieron\na entrar, ahora no pueden hacerlo. Y ser\u00e1 conservado como una muestra de lo que\nfue la cuenca del Amazonas antes de la llegada de los espa\u00f1oles. Rigurosamente\nse controla la entrada de visitantes y cient\u00edficos. Por eso se sabe que antes\ns\u00f3lo ha venido un chileno, funcionario de la FAO, y que el ochenta por ciento\nde los visitantes son europeos, norteamericanos e israelitas, que est\u00e1n \u201cen el\nsecreto\u201d. <\/p>\n\n\n\n No m\u00e1s de 250 personas ingresan a esta\n\u00e1rea cada a\u00f1o, y lo hacen con el respeto de quien entra a un templo. <\/p>\n\n\n\n Las flechas no son aqu\u00ed privilegio de\nlas tribus ind\u00f3mitas. Todos los indios que hemos visto en nuestro recorrido por\nlos r\u00edos Alto Madre de Dios y Manu siguen usando flechas para cazar o pescar\ngrandes peces. Todos los indios de esta parte oriental del Amazonas a\u00fan viven de\nla caza y de la recolecci\u00f3n, como lo hizo el primer hombre. S\u00f3lo algunos, en\nforma marginal, cultivan pl\u00e1tanos, ca\u00f1a de az\u00facar y otros productos para\nexclusivo consumo familiar. <\/p>\n\n\n\n No han aprendido a trabajar (como si sospecharan lo que les espera\u2026). <\/p>\n\n\n\n Para llegar al Manu no hay caminos, no\nhay senderos, no hay trochas ni atajos. Las\n\u00fanicas grandes alamedas son los r\u00edos.\nY los \u00fanicos veh\u00edculos,\npeque\u00f1as o grandes canoas y balsas ind\u00edgenas. Llegar aqu\u00ed nos ha costado\ntres d\u00edas de navegaci\u00f3n diurna, sin pasar por la frontera norte, custodiada por\nlos amahuacas y yaminahuas. <\/p>\n\n\n\n A\u00fan nos cuesta creer que este viaje a\notras edades de la humanidad, esta emocionante inmersi\u00f3n en la esencia virginal\ndel Amazonas, es posible en un lugar que se encuentra a s\u00f3lo 650 kil\u00f3metros de\nArica, en l\u00ednea recta. Es decir, la distancia que hay, aproximadamente, entre\nSantiago y Caut\u00edn. <\/p>\n\n\n\n Encabeza la expedici\u00f3n un peruano joven\ny aventurero, nieto del fot\u00f3grafo que acompa\u00f1\u00f3 al descubridor de Machu Picchu\nhace 74 a\u00f1os. Vive en la capital de los incas organizando viajes de aventura\npor la selva amaz\u00f3nica. Hugo Pepper Figueroa \nestuvo m\u00e1s de una d\u00e9cada residiendo en Europa y los Estados Unidos, como\ntenista profesional (represent\u00f3 al Per\u00fa en varias copas Davis). A las 6 de la ma\u00f1ana\n-hace varios d\u00edas- nos pas\u00f3 a buscar a nuestro hotel, situado frente a la\nmagn\u00edfica plaza del Cuzco. All\u00ed cargamos su panzudo station wagon<\/em> con mochilas, sacos dormir, y nuestra ansiedad. En\nocho d\u00edas esper\u00e1bamos conocer, \u00a1por fin!, un Amazonas sin hoteles, sin pueblos,\nsin yates de placer, sin m\u00e1s aldeas que las ind\u00edgenas. El mejor Amazonas. <\/p>\n\n\n\n COMPLETO DISPARATE <\/strong><\/p>\n\n\n\n Todo result\u00f3 como esper\u00e1bamos. O casi. Durante\nun d\u00eda entero hicimos el camino entre Cuzco y Atalaya, un caser\u00edo que se moja\nlos pies en el r\u00edo Alto Madre de Dios. Aquella noche fue la \u00faltima dormida en\nuna cama. Las otras seis noches, en sacos de dormir, dentro de peque\u00f1as carpas,\njunto a los r\u00edos, sobre bancos de arena, playas o dentro de la selva h\u00fameda. <\/p>\n\n\n\n Cada d\u00eda, a las 5 de la tarde, la canoa\nes amarrada en una orilla, y el campamento se halla instalado a las 6, hora en\nque la noche avisa su llegada con un cielo intensamente rojo. Junto a grandes\nfogatas se deja pasar el tiempo, y se abren todas las puertas a la imaginaci\u00f3n.\nHuellas de jaguares nos han recibido en cada lugar, poniendo en guardia a todos\nlos instintos, especialmente el de conservaci\u00f3n\u2026 <\/p>\n\n\n\n En nuestra canoa caben\nholgadamente diez personas, el motor de repuesto, combustible, los bultos con\ncarpas, las mochilas y sacos de dormir, los alimentos y las medicinas. \u00bfQui\u00e9nes\nsomos los diez? Un joven m\u00e9dico norteamericano, dos estudiantes brit\u00e1nicos, un\nguardaparques, un cocinero, un motorista y un ayudante, el \u201cjefe\u201d de la\nexpedici\u00f3n (Pepper), el fot\u00f3grafo (Lincoy\u00e1n Parada) y quien esto escribe. Un\nviaje organizado gracias a la iniciativa de Hern\u00e1n Guerinoni, de AeroPer\u00fa, con\nla ayuda de Mauricio Roma\u00f1a, empresario tur\u00edstico arequipe\u00f1o. <\/p>\n\n\n\n Todo anduvo bien hasta el momento de\ntrepar a la canoa y sentarse. A los diez minutos quer\u00eda bajarme. Se apoder\u00f3 de\nm\u00ed un sentimiento cambiante: a ratos me sent\u00eda un est\u00fapido, y en otros, un\npresumido. (Es la lucidez que da la selva). Por conocer una regi\u00f3n casi virgen\ny vivir una experiencia diferente, me hallaba frente a una perspectiva para\nafligirse: ya las tablas de mi asiento comenzaban a martirizar sentaderas y\ncostillas, y hasta un dolor a la columna parec\u00eda asomarse. <\/p>\n\n\n\n Seis d\u00edas en tales condiciones -el sol\nquema como un incendio- me parec\u00eda el mayor acto de masoquismo cometido en mis\na\u00f1os de viajero. <\/p>\n\n\n\n Un completo disparate. <\/p>\n\n\n\n Media hora m\u00e1s tarde ya estaba semi\nacomodado en el asiento, ayudado por Pepper,\nlas mochilas, los sacos de dormir, las bolsas de las carpas. Y buena voluntad.\nA la hora ya ten\u00eda la m\u00e1s completa certeza de estar iniciando uno de los viajes\nm\u00e1s excitantes que se ofrece hoy en el mundo (al menos a quien disfrute la\naventura). <\/p>\n\n\n\n PIRA\u00d1AS AL REVES <\/strong><\/p>\n\n\n\n No resulta gratis, naturalmente. Fuera\nde los 500 d\u00f3lares (100 mil pesos) que cobra Hugo Pepper por los ocho d\u00edas de viaje,\nhemos tenido que empujar la canoa cuando se ataja en los baj\u00edos, y ha sido\nnecesario aprender a combatir los zancudos y el miedo. <\/p>\n\n\n\n Lo m\u00e1s costoso es aprender a mirar las\npira\u00f1as con simpat\u00eda, como si fueran peces de acuario. En el Alto Madre de Dios\ny en el Manu hemos tenido que ba\u00f1arnos muchas veces en aguas donde las pira\u00f1as\nnos tomaron la delantera. <\/p>\n\n\n\n -No hace nada, no les tenga m<\/em>iedo-me animaba Pepper, mientras\npira\u00f1as del tama\u00f1o de una merluza aleteaban en el r\u00edo. Y en eso estaba de\nacuerdo con un texto muy confiable de un cient\u00edfico, que dec\u00eda: \u201cEs posible ba\u00f1arse en los r\u00edos con pira\u00f1as\nsin experimentar ninguna contrariedad\u201d. <\/em>Contrariedad quiz\u00e1 no, pero s\u00ed un miedo\nparalizante. Por eso, la primera vez que desembarqu\u00e9 en aguas con pira\u00f1as,\nprefer\u00ed hacerlo al estilo qu\u00e9chua, al apa<\/em>,\nllevado por un forzudo excursionista. <\/p>\n\n\n\n Ahora ya s\u00e9 que las pira\u00f1as s\u00f3lo atacan\ncuando hay sangre, o en un caso excepcional\u00edsimo de hambruna. No se comen al\nhombre. Aqu\u00ed el hombre se come a las pira\u00f1as, y es lo que sucedi\u00f3 ayer en la\nnoche. Partidas como hallullas -con un ojo y una corrida de dientes en cada\nmitad- llegaron a nuestros platos. <\/p>\n\n\n\n –No tengo nada de hambre- <\/em>asegur\u00f3 Lincoy\u00e1n Parada, el fot\u00f3grafo. -\u00a1Pru\u00e9balas, hermano<\/em>!-, insisti\u00f3 Pancho, picado por el incidente de las ollas y los cocodrilos. No tuvo escapatoria. Y as\u00ed descubri\u00f3 que\nle gusta la carne de pira\u00f1a, a pesar de sus infinitas espinas. Al resto nos\nparecieron aceitosas. Algo ins\u00edpidas. <\/p>\n\n\n\n Pero ya tenemos un miedo menos. <\/p>\n\n\n\n Pepper no tiene dudas: <\/p>\n\n\n\n –Es muy muy remota la posibilidad de que un animal nos ataque. Incluso las v\u00edboras saltan sobre el hombre \u00fanicamente cuando son agredidas por un pisot\u00f3n involuntario o algo as\u00ed. <\/em><\/p>\n\n\n\n Los accidentes ocurren siempre a los que\ncortan el bosque, no a los excursionistas. Por eso es posible recorrer la selva\ny las playas sin temores ni imprudencias, pero s\u00ed con una emoci\u00f3n in\u00e9dita para\ncualquier hombre de la ciudad. <\/p>\n\n\n\n Durante estos d\u00edas de exploraci\u00f3n hemos\nasistido a mil conciertos de aves amaz\u00f3nicas. Despu\u00e9s de mucho perseguir bandas\nde extra\u00f1os p\u00e1jaros, hemos podido, al fin, atraparlas con nuestras c\u00e1maras\nfotogr\u00e1ficas, en la cocha Salvador, el lugar m\u00e1s distante hasta donde\nremontamos el Manu. Al igual que la cocha Cashu, es el refugio predilecto de la\nflora y fauna amaz\u00f3nicas. En ellas, el viaje se acerca a la perfecci\u00f3n. <\/p>\n\n\n\n DURMIENDO EN LA SELVA <\/strong><\/p>\n\n\n\n Las cochas son antiguos brazos de r\u00edo\ntransformados en lagunas, cuyas aguas aparecen \u201climpias como el agua potable<\/em>\u201d, mientras el Manu las tiene barrosas.\nAqu\u00ed la tranquilidad y la nutrida despensa vegetal y animal hacen de estas\ncochas un arca de No\u00e9 abierta al p\u00fablico. <\/p>\n\n\n\n Anoche instalamos dos carpas dentro de\nla selva, muy cerca de aqu\u00ed, casi junto a las aguas de la cocha. Vivimos la\nexperiencia del desamparo y la emoci\u00f3n en la oscuridad m\u00e1s completa. Ruidos de\nanimales, aleteos de grandes p\u00e1jaros y la micro fauna asomada en cada piedra\ndel suelo. La emoci\u00f3n m\u00e1s intensa se produjo en las \u00faltimas horas de la noche,\ncuando luego de abrir el cierre de la carpa que compartimos con el fot\u00f3grafo no\npude cerrarlo. Tuvimos que escoger entre\nquedarnos con los ojos abiertos, vigilantes, por el resto de la noche, o\nmeternos en el saco de dormir, dispuestos a la pesadilla, y aceptar que la\nmicro fauna amaz\u00f3nica conociera, por fin, c\u00f3mo es una carpa por dentro. <\/p>\n\n\n\n S\u00f3lo de tarde en tarde, alg\u00fan ind\u00edgena\npasa en su balsa picando el fondo del r\u00edo con una p\u00e9rtiga de bamb\u00fa. Otros m\u00e1s\nevolucionados usan peque\u00f1as canoas con motores de trece a quince caballos, como\nlos de las primeras citrolas. Su mon\u00f3tono sonido (peque-peque- peque\u2026) les ha\ndado su nombre: los peque-peques<\/em>. <\/p>\n\n\n\n Los ricos de este Amazonas son los que\nusan peque-peques<\/em>. <\/p>\n\n\n\n Nuestra maciza canoa -quince metros de\nlargo y motor de 55 caballos- es el Rolls-Royce del Manu. Avanza con seguridad\nsobre sus aguas quietas. Pero en las partes muy bajas -cuando remonta el r\u00edo-\nse escucha a menudo una voz con autoridad: <\/p>\n\n\n\n -\u00a1\u00a1Todos al agua!!\u201d <\/em><\/p>\n\n\n\n Si el sol calienta, eso no importa. Pero\na las 7 de la ma\u00f1ana, sin tibieza siquiera, uno se atreve a preguntar: <\/p>\n\n\n\n -\u00bfTodos-todos?<\/em>\u2028<\/em><\/em><\/p>\n\n\n\n O con explicable hipocres\u00eda anuncia:\u2028<\/p>\n\n\n\n –Me\nestoy sacando la ropa<\/em>.\u2028<\/p>\n\n\n\n La esperanza es que los otros, antes,\nzafen el bote. Esos otros lo hacen sin chistar: tienen veinte a\u00f1os. El m\u00e9dico,\nde s\u00f3lo 28, siempre es el primero en lanzarse al agua o cuando se trata de entrar\na la selva antes del amanecer. Al promediar el viaje le pregunto si lo que ha\nvisto le tiene contento. <\/p>\n\n\n\n Robert no titubea: <\/p>\n\n\n\n –\u00a1Muy\ncontento! Nunca imagin\u00e9 que el hombre de hoy pudiera vivir estas experiencias. Es\nsue\u00f1o de ni\u00f1os.<\/em><\/p>\n\n\n\n Y sin \u00e9nfasis, agrega:<\/p>\n\n\n\n –Ha\nsido un viaje a otros siglos. Nadie me lo creer\u00e1.<\/em>\u2028<\/em><\/p>\n\n\n\n -\u00bfY por qu\u00e9 lleg\u00f3 hasta aqu\u00ed solo? <\/p>\n\n\n\n –Nadie\nme pod\u00eda acompa\u00f1ar, y yo quer\u00eda vivir como lo hizo el hombre americano hace\nmiles de a\u00f1os. En Estados Unidos eso ya no es posible. Tampoco podemos saber\nc\u00f3mo era la selva tropical en otras edades de la Tierra. Aqu\u00ed nos estaba\nesperando, intacta, con su fant\u00e1stico sonido.<\/em> <\/p>\n\n\n\n MUJERES ERRANTES <\/strong><\/p>\n\n\n\n Por la ausencia de tres mujeres, otros\nno estamos completamente satisfechos. Las hemos buscado en vano. Todos los d\u00edas\ncon los ojos atentos en cada playa del Manu, en cada banco de arena, en cada\nclaro del bosque. <\/p>\n\n\n\n Esas tres mujeres que buscamos son\nindias en estado salvaje, que llevan varios a\u00f1os vagando por la selva y los\nr\u00edos, sin rumbo preciso. Aparecen y desaparecen como animales asustados.\nAlgunos cient\u00edficos han tenido breves contactos con ellas, pero hablan una\nlengua distinta a todas. Probablemente pertenecen a alguna de las tribus\nocultas al norte del Manu, nunca contactadas por el blanco. <\/p>\n\n\n\n Nadie lo sabe. <\/p>\n\n\n\n Nadie sabe, tampoco, cu\u00e1l es la causa de\nsu vida solitaria. Hugo Pepper ha escuchado una teor\u00eda: podr\u00edan venir de una\ntribu virtualmente exterminada hace much\u00edsimos a\u00f1os por el aventurero\nFitzcarrald, un irland\u00e9s exc\u00e9ntrico del siglo XIX llamado realmente Brian\nSweeney Fitzgerald, que dio origen a una gran pel\u00edcula: Fitzcarraldo<\/em>. <\/p>\n\n\n\n Esa tribu ten\u00eda sus chozas junto al r\u00edo\nPinqu\u00e9n, donde alojamos antenoche. Y las mujeres errantes -abuela, hija y\nnieta, seg\u00fan parece- quiz\u00e1 tienen origen en esa aldea arrasada por Fitzcarrald.\nO simplemente han perdido contacto con su tribu oculta en la selva, r\u00edo arriba,\ny no tienen manera de regresar, porque nadie entiende su lengua. <\/p>\n\n\n\n El guardaparques Jorge C\u00e1rdenas,\nque lleva el riguroso control de todos los que entran al Manu, habla con\nemoci\u00f3n de las tres mujeres: C\u00e1rdenas asegura que las tres\nmujeres saludan de manera curiosa. Acercan su cara al reci\u00e9n llegado, hasta\njuntar las narices, y simult\u00e1neamente levantan ambas manos a la altura de los\nhombros y golpean suavemente las palmas del extra\u00f1o. <\/p>\n\n\n\n Ram\u00f3n Quispe, el caonero\nserrano, que habita en una de las seis viviendas repartidas en el caser\u00edo del\nManu, dice que las tres mujeres \u201ctienen\nun habla parecido al de los indios piros\u201d<\/em>, tribu de gente ya civilizada. Y\nun ling\u00fcista que estudi\u00f3 las grabaciones hechas por un guardaparques, halla\nsemejanza entre su dialecto y el que hablan tribus modernizadas que viven muy\nlejos del Manu. <\/p>\n\n\n\n Hugo Pepper estuvo junto a la m\u00e1s joven\nde las tres, y le tom\u00f3 fotograf\u00edas. F\u00edsicamente -dice- no es diferente a otras\njovencitas amaz\u00f3nicas, y ya lleva ropa. <\/p>\n\n\n\n –Un\nmisionero dominico le quiso cubrir sus desnudeces hace un par de a\u00f1os, y nunca\nm\u00e1s se ha sacado los vestidos. Desarroll\u00f3 sarna o alguna afecci\u00f3n a la piel muy\nsemejante.<\/em> <\/p>\n\n\n\n \u00bfC\u00f3mo viven? <\/p>\n\n\n\n Algo se sabe por el testimonio de un\nguardaparques publicado por una revista del Instituto Smithsoniano de los\nEstados Unidos. Ese hombre tuvo un sugestivo desencuentro con ellas: en una\nplaya del Manu hall\u00f3 huellas de pies muy peque\u00f1itos, restos humeantes de una\nfogata, y un gran canasto urdido con hojas de palmera. El canasto ten\u00eda adentro\nun hacha de piedra, sin filo, con un mango de madera adherido por resina negra;\ndos aros de madera, adornados con semillas rojas; una quijada de pecar\u00ed, cuyos\nafilados colmillos eran utilizados obviamente para cortar y, por \u00faltimo,\nflechas muy r\u00fasticas y un arco con cuerda de\u2026 n\u00e1ilon. <\/p>\n\n\n\n Ya hemos abandonado nuestra canoa y la\nselva. La imagen de esas mujeres errantes nos sigue hasta el Cuzco. En su\nlengua inentendible parecen recordarnos que en el Manu \u201choy es siempre todav\u00eda\u201d. <\/em><\/p>\n\n\n\nVer texto publicado en revista en formato PDF<\/em><\/small>\n\n\nManu<\/a>\n En canoa recorrimos por seis d\u00edas el \u00e1rea de conservaci\u00f3n m\u00e1s extraordinaria del […]<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":3849,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"footnotes":""},"categories":[46,71],"tags":[59],"class_list":["post-3846","post","type-post","status-publish","format-standard","has-post-thumbnail","hentry","category-america","category-peru","tag-revista-del-domingo-de-el-mercurio"],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/3846","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=3846"}],"version-history":[{"count":3,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/3846\/revisions"}],"predecessor-version":[{"id":5704,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/3846\/revisions\/5704"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/media\/3849"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=3846"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=3846"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=3846"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}
–No, otro d\u00eda<\/em>-, replic\u00f3 Lincoy\u00e1n, sin convencer a nadie. <\/p>\n\n\n\n
\n–Mi compa\u00f1ero Alcib\u00edades Valle obedeci\u00f3 a\nalgunas se\u00f1as que ellas le hicieron, y las sigui\u00f3 selva adentro, con dos\nayudantes. Caminaron en silencio y expectaci\u00f3n durante tres horas, cada vez m\u00e1s\npreocupados. De pronto uno vio huellas humanas en el barro. Eran grandes\npies\u2026Decidieron regresar al puesto de control de Paquitza. Pod\u00eda ser una\nemboscada. <\/em><\/p>\n\n\n\n