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{"id":3792,"date":"1983-08-14T14:12:16","date_gmt":"1983-08-14T17:12:16","guid":{"rendered":"http:\/\/www.ganderats.cl\/?p=3792"},"modified":"2019-08-11T14:36:50","modified_gmt":"2019-08-11T17:36:50","slug":"afiebrada-vision-de-sudafrica","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/www.ganderats.cl\/afiebrada-vision-de-sudafrica\/","title":{"rendered":"Afiebrada visi\u00f3n de Sud\u00e1frica"},"content":{"rendered":"\n

V\u00edctima de un mal desconocido, el redactor de estas p\u00e1ginas comenz\u00f3 a escribir su relato cuando solo hab\u00eda transcurrido un d\u00eda de su regreso desde Sud\u00e1frica. Dominado por la incertidumbre, afiebrado, cuentas sus carreras a lomo de avestruz y sus entusiasmos por las bellezas y rarezas de un pa\u00eds inexplicable.<\/h4>\n\n\n\n
<\/div>\n\n\n\n

Nadie puede escribir con alegr\u00eda y lucidez si\npor una causa desconocida se est\u00e1 volando de fiebre. Regres\u00e9 ayer de Sud\u00e1frica\ny es probable que un insecto de Zululandia me haya inyectado su veneno. Cuando\ncamin\u00e1bamos por la reserva de caza de Hluhluwe, acompa\u00f1ados por un ranger<\/em> o guardaparque armado de fusil,\ntodo era emoci\u00f3n. Pude aproximarme a dos metros y medio de un rinoceronte\nblanco, para fotografiar de cerca su labio inferior cuadrado, que desliza sobre\nla tierra como una cortadora de pasto. <\/p>\n\n\n\n

Una rara belleza, casi extinguida sobre la\nTierra. <\/p>\n\n\n\n

Logro acercarme sin mucho riesgo. Es un\nanimal miope y su olfato poderoso no le sirve cuando el viento corre a favor\nm\u00edo. Pero de pronto cambia el viento, sus fosas nasales vibran ligeramente y\n2.000 kilos de fuerza se ponen en movimiento como un tanque. Antes de que\navance los dos metros y medio que nos separan trato de captar \u2014en cuclillas\u2014 la\n\u00faltima fotograf\u00eda. Un manotazo del ranger<\/em>\nme saca bruscamente del camino del animal. <\/p>\n\n\n\n

Me\nhe enterado que<\/em> su colonia le gusta\nmucho los rinocerontes<\/em> -comenta despu\u00e9s Yeni Eates, una gu\u00eda de Umhlanga\nRocks, que nos acompa\u00f1a por las reservas de Zululandia. Hasta ah\u00ed todo andaba\nbien, pues ser pisado por un rinoceronte siempre es inc\u00f3modo. Pero el encanto\nse acab\u00f3 cuando estuvimos de regreso a nuestro Land Rover. <\/p>\n\n\n\n

-Rev\u00edsense bien el cuerpo,\ns\u00e1quense los zapatos y los calcetines. Aqu\u00ed abunda un insecto que transmite la <\/em>fiebre africana-, advierte el guardia. <\/em><\/p>\n\n\n\n

Dando un peque\u00f1o chillido, un miembro\ndel grupo muestra en su brazo un ar\u00e1cnido de cuerpo duro y plano. Lo\nexaminamos: tiene cuatro pares de patas. <\/p>\n\n\n\n

No\nse preocupe <\/em>– dice el guardia-. Para\nhacerle da\u00f1o necesita meter su cabeza bajo la piel de su v\u00edctima y eso le\ndemanda un par de horas de trabajo, a lo menos. No le ha hecho nada. \u00a1Tranquilo!\n<\/em><\/p>\n\n\n\n

Todos nos hacemos una prolija revisi\u00f3n\ny, antes de dos horas, una ducha en el Zululand Game Lounge nos permite dormir\ntranquilos, alejados ya del peligro de la fiebre\nafricana<\/em>.\u2028<\/p>\n\n\n\n

UN AFRICA RUMOROSA <\/strong><\/p>\n\n\n\n

Ahora en Santiago ignoro el tipo de\nfiebre que me tiene en cama. Tambi\u00e9n lo ignoran los m\u00e9dicos de la Cl\u00ednica\nAlemana. \u201cSus ganglios est\u00e1n muy\ninflamados. No podemos descubrir la raz\u00f3n del fen\u00f3meno si no se hace estos\nex\u00e1menes<\/em>\u201d <\/p>\n\n\n\n

La lista es larga. Mientras trabajan los\nexpertos del laboratorio, tratar\u00e9 de contar algo de mis quince d\u00edas\nsudafricanos. Dicen que la mitad de la alegr\u00eda est\u00e1 en hablar de ella y eso es\nlo que tratar\u00e9 de hacer, aunque la fiebre y la incertidumbre casi han\ndesalojado de m\u00ed toda alegr\u00eda. No han podido borrar, sin embargo, ese\nencandilamiento que produce el regreso al continente donde naci\u00f3 el ser humano,\nque conserva intactas las noches rumorosas de la selva y la sabana. Todav\u00eda veo\nreba\u00f1os de animales salvajes, y muchos hombres que se hallan m\u00e1s cerca de la\nprehistoria que del siglo XX. <\/p>\n\n\n\n

Cuatro veces he viajado antes por el\n\u00c1frica, y \u00e9sta vez resulta tan intensa como la primera. Y m\u00e1s c\u00f3moda. Los\ncircuitos para realizar safaris fotogr\u00e1ficos se hallan organizados de una\nmanera funcional, Los muchos minerales que tiene la tierra sudafricana parecen\nprovocar el milagro de una vegetaci\u00f3n m\u00e1s heterog\u00e9nea que la de cualquier otro\ngran pa\u00eds del globo. La variedad -casi 20 mil plantas- explica una sorprendente\nabundancia de fauna: hay comida para cubrir todas la necesidades y gustos. <\/p>\n\n\n\n

R\u00edos color coca-cola descubro en la Provincia\ndel Cabo, y un experto me explica que esas aguas atraviesan zonas muy ricas en\nminerales de hierro. Visitando una mina de oro subterr\u00e1nea en Johannesburgo -actualmente\nfuera de explotaci\u00f3n-  me entero que de\ntodo el oro producido por el hombre desde la Edad Media, un tercio ha salido de\nSud\u00e1frica. <\/p>\n\n\n\n

Esta era una tierra despreciada hasta 1860.\nS\u00f3lo le interesaba a los nativos y a grupos de campesinos holandeses (llamados b\u00f3eres<\/em>) radicados desde el siglo XVII. <\/p>\n\n\n\n

Pero hace 113 a\u00f1os se anunci\u00f3 el\ndescubrimiento de diamantes en la Provincia del Cabo. Y hace 107 a\u00f1os se supo\ndel oro en el Transvaal, donde nacer\u00eda Johannesburgo. (Es hoy la ciudad minera\nm\u00e1s grande del planeta, lejos de r\u00edos, mares y lagos, pero montada sobre una monta\u00f1a\nde oro). <\/p>\n\n\n\n

Oro y diamantes produjeron un milagro\nsin paralelo en la historia econ\u00f3mica del mundo. Y eso trajo intereses,\nambiciones y ego\u00edsmos que han escrito con tintas dram\u00e1ticas y pol\u00e9micas la\nhistoria sudafricana del \u00faltimo siglo. La separaci\u00f3n de razas (apartheid<\/em>), descrita antes en nuestras\np\u00e1ginas por un redactor en viaje (edici\u00f3n 637), es una de las consecuencias de\nsu riqueza. <\/p>\n\n\n\n

VIAJE AL SIGLO VEINTIUNO <\/strong><\/p>\n\n\n\n

Otra de sus consecuencias es que\nSud\u00e1frica ha llegado a ser uno de los pa\u00edses m\u00e1s extraordinarios de la tierra. <\/p>\n\n\n\n

El m\u00e1s extraordinario de cuantos he\npodido visitar, y que casi llegan a ciento. <\/p>\n\n\n\n

Extraordinario significa \u201cfuera del orden o regla natural o com\u00fan<\/em>\u201d, y eso lo define muy bien\nuna frase utilizada por la propaganda tur\u00edstica: \u201cSud\u00e1frica es todo un mundo en un pa\u00eds\u201d.<\/em> De nuestro mundo, descubr\u00ed\nlo mejor de la civilizaci\u00f3n europea. Lo descubr\u00ed con sorpresa en Buenos Aires\nal abordar un boeing<\/em> de una compa\u00f1\u00eda\nsudafricana de aviaci\u00f3n. Por el olfato adivin\u00e9 el plato. Al llegar a Ciudad del\nCabo -donde naci\u00f3 este pa\u00eds- comprob\u00e9 que la sensaci\u00f3n grata de esa l\u00ednea a\u00e9rea\nno era falsa. La ciudad de Christian Barnard podr\u00eda trasladarse a la Europa m\u00e1s\ndesarrollada y nadie se dar\u00eda cuenta, salvo por los mestizos, pues m\u00e1s del 80\npor ciento de ellos vive aqu\u00ed. La cultura se advierte en lo grande y lo\npeque\u00f1o. <\/p>\n\n\n\n

Transitando por carretera ning\u00fan automovilista\nacerca su coche a menos de diez metros de otro. Nadie corre, nadie toca la\nbocina, nadie se cambia de v\u00eda sin necesidad. Las pistas son amplias, y se ven\nsiempre como la Avenida Kennedy de Las Condes a las horas de poco tr\u00e1nsito, sin\nsin tacos ni apresuramientos. Casi todas las carreteras de la Sud\u00e1frica blanca\nque recorr\u00ed (m\u00e1s de 4 mil kil\u00f3metros) se parecen a nuestra Avenida Kennedy. Y\nla cultura de la poblaci\u00f3n se hace notoria en todas ellas, salvo los fines de\nsemana, en que j\u00f3venes ebrios provocan accidentes sangrientos. <\/p>\n\n\n\n

A veces, tambi\u00e9n, los adultos. <\/p>\n\n\n\n

En lo\nbueno para tomar el sudafricano deja al chileno a la altura de un poroto<\/em>-, me\ndijo en Ciudad del Cabo un mayordomo argentino del Mount Nelson. Es el hotel\nfavorito de \u201clos lores y los sires\u201d<\/em>\npor su almidonada etiqueta, que parece conservarse intacta y mon\u00e1rquica desde\nel a\u00f1o 20.<\/p>\n\n\n\n

Mientras el Mount Nelson vive las nostalgias\nde la \u00e9poca colonial, no lejos de all\u00ed -en la laguna Da Gama, del Cabo de Nueva\nEsperanza- los turistas acatan respetuosamente la orden de no practicar\ndeportes acu\u00e1ticos a motor. As\u00ed se manifiesta la m\u00e1s moderna mentalidad\nconservacionista. <\/p>\n\n\n\n

Y tambi\u00e9n\nen los tambores pintados que vemos en cada rinc\u00f3n del camino colgando de\ntroncos r\u00fasticos. All\u00ed depositan la basura quienes se detienen a comer y a\ndescansar. Con este gasto insignificante y gracias a la cultura de las gentes,\nel Cabo conserva su encanto y su limpieza.<\/p>\n\n\n\n

Los \u00e1rboles peque\u00f1os son protegidos -uno\na uno- con mallas o una cerca de madera, hasta que alcanzan una edad para\ndefenderse del viento. Los \u00e1rboles viejos (\u201c\u00e1rboles\nhist\u00f3ricos<\/em>\u201d les llaman), que en Chile cortamos sin un ay, se protegen aqu\u00ed\nhasta que mueren, y son repuestos de inmediato. Una avenida de grandes\naraucarias… chilenas llama la atenci\u00f3n en Ciudad del Cabo. <\/p>\n\n\n\n

HIPOPOTAMO EN EL PLATO <\/strong><\/p>\n\n\n\n

Nada m\u00e1s elocuente que algo descubierto\npor nosotros cuando hac\u00edamos un recorrido completo al Cabo de Buena Esperanza,\nhasta llegar al sitio donde se unen las aguas del Indico y el Atl\u00e1ntico. Al\npasar por Simonstown, encontramos tres autos detenidos en la carretera, con sus\nocupantes manifiestamente entretenidos. Observaban a dos competidores de un\npartida de golf atravesando la carretera, seguidos por sus portadores de palos.\n<\/p>\n\n\n\n

-\u00bfQu\u00e9 ocurre?-preguntamos a una pareja\nde j\u00f3venes. <\/p>\n\n\n\n

-Es que los dos \u00faltimos hoyos de\nla cancha de golf se encuentran al otro lado de la carretera. La pelotita tiene\nque atravesarla por el aire. <\/em><\/p>\n\n\n\n

De este modo el club de golf no oculta\nla vista del mar a los automovilistas, ni los automovilistas impiden que se\npueda hacer deporte en esa estrecha \u00e1rea plana, donde la monta\u00f1a casi llega\nhasta el mar. <\/p>\n\n\n\n

Una se\u00f1a de los golfistas nos indica que\npodemos continuar nuestro paseo, y otra se\u00f1a nos despide con agradecimiento.\nNosotros agradecimos su lecci\u00f3n,en silencio.\u2028<\/p>\n\n\n\n

Ahora que la fiebre africana<\/em> parece haberme atrapado, sin que los m\u00e9dicos\nchilenos sepan exactamente de qu\u00e9 se trata, ese agradecimiento al progreso\nsudafricano est\u00e1 en suspenso. Ahora ya tengo los ex\u00e1menes de laboratorio de la\nCl\u00ednica Alemana y los doctores se miran con las cejas m\u00e1s juntas que el primer\nd\u00eda, y a m\u00ed se me hace un nudo en el p\u00edloro. <\/p>\n\n\n\n

Sigue la fiebre, siguen los ganglios\ncomo un enorme rosario ocupando varias partes del cuerpo.<\/p>\n\n\n\n

Me han pedido un par de nuevos ex\u00e1menes,\ny mi mal car\u00e1cter ha aumentado en igual n\u00famero de puntos. <\/p>\n\n\n\n

Los m\u00e9dicos me interrogan sobre mis\n\u00faltimas comidas en Sud\u00e1frica. <\/p>\n\n\n\n

Les explico que todo parec\u00eda sano, que\ns\u00f3lo estuve en restaurantes confiables. <\/p>\n\n\n\n

-\u00bfQu\u00e9 comi\u00f3? <\/em>
–<\/em>Bueno, lo m\u00e1s raro, doctor, fueron unas longanizas de hipop\u00f3tamo, un estofado de avestruz, un asado de b\u00fafalo, docenas de caracoles de jard\u00edn a la francesa, algunas ancas de rana rebozadas, huevos y pat\u00e9 de avestruz.<\/p>\n\n\n\n

Haciendo un gesto indescriptible \u00a1eran\nlas 9 de la ma\u00f1ana!, una enfermera sali\u00f3 r\u00e1pidamente, p\u00e1lida, de la sala y se\nperdi\u00f3 por un pasillo. <\/p>\n\n\n\n

Minutos despu\u00e9s el m\u00e9dico debi\u00f3 aceptar\nque mi est\u00f3mago permanec\u00eda sin novedad. Tuve que contarle algunas cosas, eso\ns\u00ed. Por ejemplo, que la longaniza de hipop\u00f3tamo me la ofrecieron en el casino\ndel Parque Nacional Kruger, y la com\u00ed bajo la mirada fija de un\nconservacionista neozeland\u00e9s. <\/p>\n\n\n\n

Esa longaniza me pareci\u00f3 seca y grasosa.\n<\/p>\n\n\n\n

Tambi\u00e9n deb\u00ed explicarle c\u00f3mo ofrecen los\nhuevos de avestruz: <\/p>\n\n\n\n

-No crea usted que uno pide un par de\nhuevitos fritos en bandeja. S\u00f3lo se trata de unas cucharadas de huevos\nrevueltos, para que el turista pueda contar a sus amigos. <\/p>\n\n\n\n

Por \u00faltimo, los caracoles y las ancas de\nrana forman parte de todas las cartas de los restaurantes sudafricanos. Los\npreparan mejor que muchos lugares refinados de Francia. <\/p>\n\n\n\n

Cuando terminaba de explicarle, la\nenfermera -ligeramente p\u00e1lida a\u00fan- regres\u00f3 a la sala y se puso a mirarme como quien\nmira a un can\u00edbal.<\/p>\n\n\n\n

Sal\u00ed de la cl\u00ednica con la orden de dos\nnuevos ex\u00e1menes y una confesi\u00f3n: \u201cSabemos\nmuy poco sobre enfermedades africanas\u201d. <\/em><\/p>\n\n\n\n

ESTRELLAS SIN MENTIRA <\/strong><\/p>\n\n\n\n

Dif\u00edcilmente podr\u00eda haberse culpado de\nmi fiebre a los hoteles y restaurantes sudafricanos. La Corporaci\u00f3n Sudafricana\nde Turismo, Satour, que nos llev\u00f3 de extremo a extremo del pa\u00eds, controla\nseveramente la calidad del servicio. Aqu\u00ed el turista no es esponja para\nestrujar ni vaca para orde\u00f1ar. Los hoteles de tres estrellas equivalen\nholgadamente a uno de cinco en Chile, y existen m\u00e1s de 900 establecimientos\nhoteleros que ostentan la calidad de tres a cinco estrellas.<\/p>\n\n\n\n

Y no solo as\u00ed se conquista al turista.\nPara combatir el cansancio y la ansiedad propia del paso por los grandes\naeropuertos, en todos los terminales descubrimos una inagotable flota de carros\ndestinada al traslado personal de equipaje. Tal vez no haya en el mundo otros\ngrandes aeropuertos con mejor servicio. <\/p>\n\n\n\n

En las carreteras nos llam\u00f3 la atenci\u00f3n\nla fluidez del tr\u00e1nsito y el buen estado del pavimento. El excepcional gu\u00eda\nSergio Pantin (nacido de madre chilena en la zona austral argentina) me\nexplica: <\/p>\n\n\n\n

Nadie\nquiere aqu\u00ed malgastar en petr\u00f3leo importado ni destruir las carreteras, Por eso\npara el transporte casi no se usan camiones, sino ferrocarril y la  v\u00eda mar\u00edtima. Los automovilistas ya est\u00e1n\nusando gasolina producida en Sud\u00e1frica, a partir del carb\u00f3n.<\/em> <\/p>\n\n\n\n

Ning\u00fan pa\u00eds ha progresado tanto en esta\nmateria. Las amenazas y los boicots  por\nel apartheid<\/em>  han ayudado mucho. <\/p>\n\n\n\n

Asombra, en verdad, la red ferroviaria\nsudafricana. Los convoyes son largos como d\u00eda lunes, y los terminales -donde se\nguardan carros y embarcan mercader\u00edas- suelen tener hasta 60 l\u00edneas paralelas.\nHay comodidad en los trenes y tranquilidad en las carreteras. <\/p>\n\n\n\n

Por esas carreteras o usando una tupida\nred de peque\u00f1os aviones, llegu\u00e9 a los parques y reservas de fauna m\u00e1s famosos\nde Sud\u00e1frica. Ninguno m\u00e1s lleno de sugerencias que el Parque Nacional Kruger,\nque corre en la frontera de Mozambique. Ning\u00fan otro parque africano de caza\ntiene mayor variedad de fauna: leones, jirafas, elefantes, guepardos,\nleopardos, ant\u00edlopes. <\/p>\n\n\n\n

Autorizando\nuna caza controlada mantenemos el equilibrio ecol\u00f3gico- me asegur\u00f3 Mr. J,\nDouglas, que fuera por largo tiempo director de Parques Nacionales y hoy tiene\na su cargo los Monumentos Nacionales de Sud\u00e1frica.<\/em> <\/p>\n\n\n\n

Nuestro prop\u00f3sito no es cazar,\nnaturalmente, sino realizar un safari fotogr\u00e1fico en compa\u00f1\u00eda de otros\nperiodistas, algunos interesados en la conservaci\u00f3n. Otros s\u00f3lo quieren\nsensaciones en un continente que les es completamente nuevo. Las mujeres del\nsafari -en especial- se emocionaron en la presencia de ciertos animales\nsuperiores: los rangers.<\/em> <\/p>\n\n\n\n

Atl\u00e9ticos, galantes, audaces, y bellos,\ntodos los guardaparques (rangers<\/em>) de\nla reserva Sabi Sabi han sido escogidos a prueba de indiferencias femeninas.\nUsan pantaloncitos cortos, cutis tostado, ojos claros y relajadas sonrisas. <\/p>\n\n\n\n

A su lado, los visitantes nos sentimos\nanimales extra\u00f1os. <\/p>\n\n\n\n

Gansos. <\/p>\n\n\n\n

Cuando en la noche hay momentos\npara el baile y la diversi\u00f3n, los rangers<\/em>\nse convierten en los reyes de la selva, y\nuno no puede evitar creer en ese momento que la vida ser\u00eda mucho m\u00e1s tolerable\nsin sus est\u00fapidas diversiones. <\/p>\n\n\n\n

Sentimos que nuestro desquite se acerca\ncuando visitamos, las granjas de avestruces. <\/p>\n\n\n\n

Cabalgando sobre estos animales,\ndemostraremos a los rangers<\/em> que los\nlatinos sabemos montar, que bajo una mala capa puede ocultarse un osado\ncaballero. <\/p>\n\n\n\n

Los propietarios de las granjas se han\nenriquecido por generaciones vendiendo plumas a todo el mundo. Hoy esta ave\ncorredora se aprovecha de pies a cabeza y tambi\u00e9n produce d\u00f3lares tur\u00edsticos.\nEn Oudtshoorn -capital de las plumas- descubrimos que la diferencia del paisaje\ncon nuestra zona central s\u00f3lo est\u00e1 en que las vacas han sido cambiadas por\navestruces. El resto -sauces, eucaliptus, espinos, maizales, peque\u00f1as colinas y\nmonta\u00f1as como los de la cordillera de la Costa- hace de la Provincia del Cabo\notra copia feliz del ed\u00e9n. <\/p>\n\n\n\n

Miles de avestruces pastan hoy en los\npotreros. Sus abuelos alimentaron la soberbia de los granjeros del siglo XIX.\nComo nuestra vieja clase olig\u00e1rquica, la aristocracia\nboer<\/em> del avestruz no aceptaba de buen grado a los hombres de la clase\nmedia. \u201cHasta los m\u00e9dicos deb\u00edan entrar a\nsus casas por la puerta de servicio\u201d<\/em>, cuentan las cr\u00f3nicas. Hoy sus\ndescendientes atienden a dos turistas que quieren visitar las granjas, ofrecen\ncomidas en sus viejas casas, venden mil productos y subproductos de esta ave gigantesca\ny -por \u00faltimo- organizan carreras de avestruces montados por diestros jinetes. <\/p>\n\n\n\n

Entusiasmado acept\u00e9 el ofrecimiento de\ncabalgar sobre uno de ellos. Deb\u00eda hacerlo en pelo (\u00bfo en pluma?), como se usa\nen Oudtshoorn. <\/p>\n\n\n\n

\u00a1La audacia no es monopolio de los rangers<\/em>!, pens\u00e9, sin poder reprimir el\ninstinto competitivo ancestral. Pero cuando me mostraron el avestruz que deb\u00eda\nmontar, esos instintos se pusieron lacios, y una profunda admiraci\u00f3n por los rangers<\/em> sofoc\u00f3 todo resentimiento. <\/p>\n\n\n\n

Ya era tarde. <\/p>\n\n\n\n

AVESTRUZ GRADO DOCE <\/strong><\/p>\n\n\n\n

Con cara de cordero degollado\ntuve que subir a una especie de banqueta, esperar que dos muchachones negros\narrimaran al inmenso pajarraco, simular una indiferencia de jinete a lo\nLeguisamo, y, \u00a1solo!, trepar sobre el animal, para ser llevado a quiz\u00e1s qu\u00e9\naventura horripilante. <\/p>\n\n\n\n

Nunca olvidar\u00e9 esta granja llamada\nHighgate. <\/p>\n\n\n\n

En ella viv\u00ed el terremoto grado 12 m\u00e1s\ndeprimente en lo personal. Me agarr\u00e9 como pude de ambas alas, y obedeciendo \u00f3rdenes\nen idioma afrikaans<\/em>, puse mis piernas\npor delante del muslo de las patas del avestruz. Conmigo a cuestas, el bicho se\npuso a correr en la medialuna como si le hubieran metido un palo ardiendo bajo\nla cola. Y ah\u00ed yo, como un le\u00f3n sanguinario, agarrado del avestruz a cuatro\nmanos, chocando con el pi\u00f1o, golpe\u00e1ndome las piernas contra las cercas,\nhaciendo esfuerzos heroicos para no salir disparado. <\/p>\n\n\n\n

Ya era tarde para quejarse o\narrepentirse, de modo que obedeciendo un pensamiento de Truman, \u201csi no puede aguantar el calor, salga de la\ncocina<\/em>\u201d, decid\u00ed aguantar no m\u00e1s, y seguir montado. Me dec\u00eda a m\u00ed mismo:\nAguantar\u00e9 todo el tiempo que la entereza, la fortaleza, la agilidad, el estado\nf\u00edsico y la dignidad (del avestruz, por supuesto) me lo permitan. <\/p>\n\n\n\n

Un minuto y 36 segundos, para ser\nexacto. <\/p>\n\n\n\n

Antes de cumplir un minuto ya iba a la\naltura de la cola, ubicaci\u00f3n no recomendada por los expertos en carreras de\navestruz.<\/p>\n\n\n\n

Diez segundos m\u00e1s tarde ya ni\nsiquiera alcanzaba a agarrar al pajarraco del cuello, y \u00e9sa es la \u00fanica forma\nde hacerlo cambiar el rumbo, como si fuera una rienda. Poco despu\u00e9s de darse un\nqui\u00f1azo contra un muro, el Leguisamo chileno era depositado bruscamente sobre\nel suelo. <\/p>\n\n\n\n

Medio sentado.\u2028Y medio parado. Pero dignamente.\u2028Pues a la dignidad es a lo \u00faltimo que se debe renunciar.\u2028Despu\u00e9s de esta experiencia\nafricana me compr\u00e9 unos pantaloncitos de ranger. Son muy sentadores. <\/p>\n\n\n\n

A mi mujer se le ven mon\u00edsimos. <\/p>\n\n\n\n

ESA MUCHACHA ZULU <\/strong><\/p>\n\n\n\n

Ahora, afiebrado, en mis pesadillas\nescucho aplausos de los espectadores y veo clarito al avestruz levantando una\nde sus patas en actitud triunfante. <\/p>\n\n\n\n

Nadie en la cl\u00ednica ha logrado descubrir\ntodav\u00eda el origen de mis fiebres y ganglionitis. Los \u00faltimos dos ex\u00e1menes\nsirvieron para descartar la leucemia o alguna broma de \u00e9sas. Finalmente el\nm\u00e9dico a cargo de mi caso recomienda: <\/p>\n\n\n\n

Pida\nuna consulta con el<\/em> doctor Antonio\nAtias. Es profesor de parasitolog\u00eda. Entiende de enfermedades raras. Tal vez\nsepa de qu\u00e9 se trata. <\/em><\/p>\n\n\n\n

El doctor At\u00edas se encuentra fuera de\nSantiago, de modo que la incertidumbre y varios frascos de p\u00edldoras me\nacompa\u00f1an mientras espero y recuerdo.\u2028Ning\u00fan recuerdo m\u00e1s inmortal -fuera de aquel del avestruz- que lo\nocurrido al ingresar en la caba\u00f1a de recepci\u00f3n del Zululand Safari Lodge. <\/p>\n\n\n\n

Ven\u00edamos acostumbrados a ser recibidos\ncon cordialidad en cada hotel y en cada reserva de caza. Dorm\u00edamos como reyes\nen caba\u00f1as hechas a imitaci\u00f3n de las nativas, almorz\u00e1bamos mirando los paisajes\nsiempre vivos de la sabana, con alguna jirafa a lo lejos, destac\u00e1ndose como un\npino en el desierto. En cada lugar -mientras recib\u00edan nuestras maletas y\nequipos, mientras llen\u00e1bamos formularios con nuestros datos- una muchacha sudafricana\nnos serv\u00eda un jugo de cualquier cosa. <\/p>\n\n\n\n

En el excelente Hotel Maharani, de\nDurban, ciudad con gran poblaci\u00f3n asi\u00e1tica, el jugo fue servido por una\nadolescente hind\u00fa, vigilada de cerca por un gigant\u00f3n vestido a la manera de\nSandok\u00e1n. En el hotel Constantia Garden de Johannesburgo, reci\u00e9n inaugurado,\nuna rubia muy p\u00e1lida nos dio a beber un jugo vistiendo a la manera holandesa. <\/p>\n\n\n\n

Entr\u00e9 al Zutuland Safari Lodge medio\nadormecido por el calor y el largo viaje, olvidado por completo de la bandeja\ncon jugos que nos recib\u00eda en cada ocasi\u00f3n. De pronto vi aparecer la bandeja y\nsobre ella -\u00bfme van a creer?- dos senos negros, rotundos, redondos y orondos,\npropiedad indesmentible de una muchacha zul\u00fa. Ella sali\u00f3 -sin aviso previo-\ndesde detr\u00e1s de una columna, para ofrecernos su n\u00e9ctar de frutas. <\/p>\n\n\n\n

La modorra desapareci\u00f3 de golpe. <\/p>\n\n\n\n

No supe, eso s\u00ed, tomar el vaso\ncon naturalidad. Tem\u00eda que mi torpeza de manos y cualquier roce involuntario\npudiera interpretarse de mala manera por parte de la joven zul\u00fa, perteneciente\na la raza m\u00e1s guerrera de Sud\u00e1frica. <\/p>\n\n\n\n

Igualmente temeroso enfrent\u00e9 una\nsituaci\u00f3n semejante en la madrugada del d\u00eda siguiente. Apenas amaneci\u00f3 sal\u00ed de\nmi caba\u00f1a a fotografiar los alrededores, convencido de que perro echado no\nencuentra hueso. Encontr\u00e9 muy pronto algunos avestruces domesticados y esos\ntigres de papel que son las cebras. Estaba entusiasmado con la florifauna\nsudafricana cuando vi aparecer a lo lejos una docena de muchachitas zul\u00faes, que\nme hac\u00edan se\u00f1as y gestos de simpat\u00eda.\u2028Al acercarme descubr\u00ed que tambi\u00e9n andaban desnudas hasta la cintura.\nCon gestos les ped\u00ed permiso para fotografiarlas. Ellas emitieron unos sonidos\nen idioma afrikaans<\/em> -que suena como\nun alem\u00e1n mal sintonizado- y poni\u00e9ndose en pose me autorizaron a fotografiar.\nNo s\u00e9 qu\u00e9 hice exactamente. Lo cierto que ese rollo en colores sali\u00f3 blanco\npolar radiante, prest\u00e1ndose para todo tipo de comentarios irritantes de nuestro\nlaboratorista.<\/p>\n\n\n\n

LEONES AFONICOS <\/strong><\/p>\n\n\n\n

Hay otros que son pura boca en\nSud\u00e1frica: los puritanos. <\/p>\n\n\n\n

Algunos culpan del puritanismo a las\nreligiones dominantes entre los blancos: Iglesia Holandesa Reformada,\nCalvinista y Anglicana. La mayor\u00eda de los cat\u00f3licos -2 millones- son negros. <\/p>\n\n\n\n

Para muchos el problema racial tiene una\nra\u00edz religiosa, m\u00e1s que econ\u00f3mica, pues los blancos se sentir\u00edan el pueblo\nescogido por Dios para civilizar a los negros y evitar sangrientas guerras\nentre las tribus negras y bosquimanas. En el puritanismo religioso estar\u00eda\ntambi\u00e9n el origen de la prohibici\u00f3n legal de que blancos y negros (y mestizos)\npuedan unirse en matrimonio o hacer el amor; quien es sorprendido termina en el\ncuartel policial. <\/p>\n\n\n\n

Casi nadie -sin embargo- cree hoy en\nSud\u00e1frica que el puritanismo haya conseguido influir sobre las costumbres\njuveniles, pese a las apariencias. El gu\u00eda blanco que me muestra Pretoria, la\nciudad-capital, conduce el veh\u00edculo hasta el Puente de los Leones. Y nos dice: <\/p>\n\n\n\n

Cuenta\nla tradici\u00f3n que estos animales rugen cada vez que el puente es cruzado por una\nmuchacha virgen… Llevan m\u00e1s de cincuenta a\u00f1os en silencio. <\/em><\/p>\n\n\n\n

Poca virginidad quedar\u00e1, probablemente,\nen la tradicional Universidad de Stellenbosch, cerca de Ciudad del Cabo. Es\nmixta y con ingeniosas visitas entre muchachos y muchachas, que habitan\nedificios distintos.<\/p>\n\n\n\n

De las ventanas del internado femenino,\neso s\u00ed, cuelgan muchos hilos que llegan hasta el nivel del suelo. En una punta\nde cada hilo que queda dentro del cuarto de la alumna, pende una campanilla. El\ninteresado en hacer contacto con su Rapuncel, amarra un mensaje en la otra punta\ny tira el hilo para que se escuche el sonido excitante de la campanilla. <\/p>\n\n\n\n

Ella recoge el mensaje. <\/p>\n\n\n\n

(As\u00ed me lo contaron). <\/p>\n\n\n\n

LIBERTAD EN LA COCINA <\/strong><\/p>\n\n\n\n

Tambi\u00e9n me contaron de un admirable\nfen\u00f3meno relacionado con las empleadas de casa particular, seguramente originado\nen el puritanismo tradicional de sus clases principales, Me enter\u00e9 en\ncircunstancias completamente anormales. Un domingo por la ma\u00f1ana, visitando la\ngran mina de oro de Johannesburgo, descubr\u00ed que la gu\u00eda -vestida a la usanza\nsudafricana del siglo XIX- ten\u00eda un acento familiar. <\/p>\n\n\n\n

Era santiaguina.<\/p>\n\n\n\n

Carmen Gloria es hija del ex ingeniero\ncivil de Kenrick y C\u00eda. de Santiago, Juan Montes. Ella tiene marido e hijos\nsudafricanos. Por la crisis de la Unidad Popular y por la recesi\u00f3n posterior,\nque no se acaba, uno a uno, sus siete hermanos se han radicado aqu\u00ed. Ella ama\nm\u00e1s a su patria que a la patria de sus hijos; sin embargo, no puede negar que\nlos sudafricanos revelan una mentalidad m\u00e1s evolucionada respecto al servicio\ndom\u00e9stico. Los mismos blancos que han instaurado el sistema del apartheid –<\/em>censurado universalmente- dan\nun trato mejor que en Chile a las empleadas de casa particular, que ac\u00e1 son\nnegras o mestizas.<\/p>\n\n\n\n

Cuenta Carmen Gloria Montes: <\/p>\n\n\n\n

No\nexiste en Sud\u00e1frica una ley que proteja en especial a la empleada, y yo dir\u00eda\nque no se necesita con urgencia. Los patrones tienen conciencia social,\nhabiendo excepciones, como en todo, naturalmente. La empleada se levanta a las\nsiete de la ma\u00f1ana y despu\u00e9s de servir el desayuno, descansa de nueve a diez.\nNadie se atrever\u00eda a interrumpirla. Esa hora es suya. En la tarde, luego de\nservir el almuerzo, tiene dos horas libres. Dos horas, de dos a cuatro de la\ntarde, en las que puede salir de compras, hacer visitas, dormir siesta o ver\ntelevisi\u00f3n. Dos horas que nadie discute. Y en la noche, a las ocho, se va a su\npieza y no sale de all\u00ed aunque la casa se encuentre llena de visitas. Nadie que\ntenga conciencia vulnera esta conquista. Excepcionalmente las patronas que dan\nuna gran recepci\u00f3n en su casa ofrecen pago extra a la empleada para que trabaje\nhasta m\u00e1s tarde. Aqu\u00ed tienen igual derecho a la vida privada los trabajadores\nde una oficina que los trabajadores de una casa particular.<\/em> <\/p>\n\n\n\n

Otros rasgo diferenciador est\u00e1\nrelacionado con la mujer. <\/p>\n\n\n\n

Pude ver en Ciudad del Cabo,\nDurban, Pretoria, Johannesburgo y Port Elizabeth monumentos dedicados a la Mujer\nSudafricana, en especial a la b\u00f3er \u2013campesina- que conquist\u00f3 estas tierras con\nsu marido. Si Chile fuera como Sud\u00e1frica en el sentido se\u00f1alado, un monumento a\nIn\u00e9s (de) Su\u00e1rez hoy se levantar\u00eda, imponente, frente a la Catedral y al Correo\nde Santiago, como Pedro de Valdivia domina en la esquina nororiente de la Plaza\nde Armas. <\/p>\n\n\n\n

SABI SABI SOSPECHOSO <\/strong><\/p>\n\n\n\n

Por todas esas caracter\u00edsticas positivas\nresulta incomprensible que la pol\u00edtica del apartheid<\/em>\n -impuesta por el derechista Partido\nNacional, gobernante desde 1948- no haya tenido una respuesta m\u00e1s en\u00e9rgica de\nlos otros blancos, de los mestizos y de aquellos negros en condiciones de\nprotestar. <\/p>\n\n\n\n

Es\nla mentalidad de nuestros padres<\/em>– me dijeron a modo de explicaci\u00f3n, sin\nocultar su pesadumbre, muchos sudafricanos j\u00f3venes. <\/p>\n\n\n\n

No parece una explicaci\u00f3n suficiente. <\/p>\n\n\n\n

Y, por lo dem\u00e1s, a m\u00ed me tiene sin\ncuidado por ahora. Estoy acerc\u00e1ndome a un estado muy bien descrito por alguien\ncuyo nombre no recuerdo: \u201cAl ser humano\nle aflige m\u00e1s un fur\u00fanculo en el ojo que cinco mil muertos en el Tibet\u201d. <\/em>Mi\nfur\u00fanculo se llama fiebre africana<\/em>,\nsi le creo al ranger de Zululandia. Y en las pr\u00f3ximas horas el parasit\u00f3logo\nAntonio At\u00edas podr\u00eda explicarme qu\u00e9 sucede. Ha regresado de un congreso m\u00e9dico\ny me recibir\u00e1 en su consulta.<\/p>\n\n\n\n

La fiebre ha cedido un poco, por fin,\ndespu\u00e9s de una semana, y s\u00f3lo los ganglios siguen entusiastamente inflamados. Pero\nestoy m\u00e1s aburrido que caballo de carretela. <\/p>\n\n\n\n

He llegado a pensar que la fiebre\nafricana no la atrap\u00e9 en Zululandia, si no en el Transvaal, cerca de\nMozambique. Cuando estuve en la reserva de caza de Sabi Sabi hice una breve\nexcursi\u00f3n solitaria mientras otros descansaban junto a la piscina del Sabi Sabi\nRiver Lodge. Orillando el r\u00edo recorr\u00ed algunos kil\u00f3metros, tratando de no perder\nde vista nuestras caba\u00f1as. Era de d\u00eda y confiaba en poder reaccionar a tiempo ante\ncualquier amenaza, seguramente muy remota. Las dos horas que camin\u00e9 orillando\nel Parque Kruger -siempre cerca del r\u00edo- se convirtieron en casi cuatro de\nregreso. <\/p>\n\n\n\n

Por momentos estuve alarmado, dando\nvueltas y vueltas, sin hallar el camino. <\/p>\n\n\n\n

Nunca podr\u00e9 explicarme por qu\u00e9 de ida no\ncruc\u00e9 ning\u00fan brazo del r\u00edo, y de regreso, sin embargo, me vi obligado a\ndesnudarme casi por completo para atravesar aguas semi estancadas. <\/p>\n\n\n\n

Quiz\u00e1s me atac\u00f3 durante esa excursi\u00f3n el\nbicho de la fiebre africana<\/em>. Quiz\u00e1s\ntuvo tiempo suficiente para meter su cabeza bajo mi piel e inyectarme su\nveneno. <\/p>\n\n\n\n

Ya lo sabr\u00e9. (\u00bfLo sabr\u00e9?). <\/p>\n\n\n\n

SAFARI A MEDIANOCHE <\/strong><\/p>\n\n\n\n

Tal vez el ataque artero tampoco se\nprodujo en esa excursi\u00f3n solitaria. Pudo ser mientras dorm\u00eda en alguna de las\ncaba\u00f1as o durante excursiones por el Parque Kruger o la reserva de Sabi Sabi.\nHicimos las excursiones siempre a bordo de viejos Land Rover sin techo que\navanzan por la sabana como un elefante en estampida, rompiendo y ahuyentando\ntodo a su paso. Y en esas circunstancias no hay tiempo para preocuparse si un\ninsecto se te ha metido bajo la camisa o los pantalones. Menos cuando las\nexcursiones se hacen de noche y los safaristas nos sentimos excitados\nprotagonistas de una nueva aventura de Tarz\u00e1n o Livingstone. <\/p>\n\n\n\n

Y no es para menos. Montado sobre el\ncap\u00f3 del Land Rover, un negro corpulento y negro como Idi Am\u00edn ilumina los\noscuros senderos del bosque con una enorme buscacaminos. Cada vez que el foco\nse apaga, la noche se traga al gu\u00eda negro, y a todos se nos entra el habla. <\/p>\n\n\n\n

Menos a los rangers<\/em>, por supuesto. <\/p>\n\n\n\n

Ellos son super capos. Pero los negros\nson los que huelen la presencia de las bestias, con su instinto a flor de piel\ny gracias a sus fosas nasales cavernosas. Haciendo un gesto apenas  perceptible por nosotros, ordenan al ranger<\/em> cambiar de rumbo. Despu\u00e9s de\ncruzar a campo traviesa, dando barquinazos tropezando con ramas y troncos\nca\u00eddos, el Land Rover se enfrenta finalmente a una manada de b\u00fafalos o aun\nsolitario elefante, en un claro del bosque. A veces avanza lentamente, para que\nel sonido de la noche africana penetre mejor a nuestro cerebro. <\/p>\n\n\n\n

Entonces uno abre los ojos para escuchar\nmejor. <\/p>\n\n\n\n

Por eso he llegado a pensar que la\nfiebre africana deb\u00ed contraerla aqu\u00ed, cerca de Mozambique. No en la tierra de\nlos zul\u00faes, donde pude observar ese ar\u00e1cnido de… cuerpo plano y lleno de\npatas. <\/p>\n\n\n\n

\u201c\u00bfQUE ME PASA, DOCTOR?\u201d <\/strong><\/p>\n\n\n\n

Es lo que le digo al doctor Antonio\nAt\u00edas despu\u00e9s de explicarle los s\u00edntomas de mi enfermedad: dolores de cabeza,\nganglios inflamados y fiebre alta, una herida negra coronada de pus poco m\u00e1s,\narriba del tobillo. \u201cHa sido espantoso<\/em>\u201d.<\/p>\n\n\n\n

Le cuento tambi\u00e9n que de regreso tuve\nque dormir en el Hotel Internacional del aeropuerto argentino de Ezeiza.<\/p>\n\n\n\n

-\u00bfEs un buen hotel?<\/em>\u2028<\/em><\/em>-Muy malo, doctor. Descubr\u00ed telara\u00f1as\nsobre el velador. <\/p>\n\n\n\n

Pero yo le insisto en mis sospechas ex\u00f3ticas.
-El ranger<\/em> nos asegur\u00f3 que ese bicho que alguien descubri\u00f3 en Hluhluwe produce algo llamado fiebre africana<\/em>.
-\u00bfC\u00f3mo era ese bicho?<\/em>
-Ovalado, plano y con cuatro pares de patas. El ranger<\/em> nos advirti\u00f3 que si lograba meter la cabeza bajo la piel de su v\u00edctima, produce la fiebre africana<\/em>. \u00a1Era asqueroso, doctor! <\/p>\n\n\n\n

El m\u00e9dico me mir\u00f3 con una expresi\u00f3n que me\npareci\u00f3 de extrema frialdad.
\n-Esa es una garrapata, se\u00f1or.<\/em><\/p>\n\n\n\n

* El autor del reportaje salv\u00f3\ncon vida desde ese preciso instante, para mayor gloria del periodismo\nuniversal. S\u00f3lo hab\u00eda sido v\u00edctima una inocente picadura infectada. El responsable\nsigue oculto en el hotel del aeropuerto de Buenos Aires.<\/em><\/p>\n\n\n\nVer texto publicado en revista en formato PDF<\/em><\/small>\n\n\nSudafrica<\/a>\n

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