Con un sentimiento extra\u00f1o camino por el barrio\nantiguo de Luang Prabang. Acabo de leer\nuna confesi\u00f3n. \u201cNunca estuve en un lugar que se me\nmetiera en el coraz\u00f3n de esta manera<\/em>\u201d. Ella parece interpretar bien\nlo que sinti\u00f3 un famoso novelista de Nueva Jersey en esta peque\u00f1a ciudad a\norillas del Mekong. Y es exactamente eso lo que me gustar\u00eda decir en este\nmomento. Pero me pregunto, confundido, qu\u00e9 diablos podemos tener en com\u00fan ese Paul\nKluge, criado en Berkeley Heights, y este periodista del fin del mundo criado\nen Arauco.<\/p>\n\n\n\n Tanto a \u00e9l como a m\u00ed, cuando hemos necesitado partir de Luang Prabang se\nnos han hecho pesados los pies. S\u00f3lo podr\u00e9 abandonarla haciendo un gran\nesfuerzo. Kluge se fue con dolor, y tres\nhoras despu\u00e9s, en Vienti\u00e1n, la capital de Laos, la cabeza le daba vueltas. Luang\nPrabang le parec\u00eda \u201calgo que sucedi\u00f3 hace mucho tiempo y en un lugar muy\ndistante\u201d. <\/p>\n\n\n\n Es que esta ciudad de Laos se halla en medio de ninguna parte. No parece\nun reino de este mundo. Su gente vive sin prisas, lo que ya es raro en nuestro planeta\napresurado. Se alimenta del budismo como los pulmones del aire. Una religi\u00f3n\npac\u00edfica y amante de la meditaci\u00f3n que sus vecinos practican intensamente, y\nsus casas se hallan rodeadas de templos, estupas, monasterios y monjes. Y tal\nvez por eso, en los mercados nadie intenta enga\u00f1ar a nadie, y si un vuelto\nqueda olvidado, alguien saldr\u00e1 trotando a ponerlo en manos de su due\u00f1o.<\/p>\n\n\n\n No es de este mundo. Un viajero ilustre, usando una expresi\u00f3n literaria,\nha dicho que Luang Prabang es \u201cel coraz\u00f3n de la levedad\u201d. Las casas del hombre\nno son m\u00e1s altas que las de sus dioses, el pasado colonial franc\u00e9s no ha sido\ndemolido, sino que los edificios de arquitectura europea del siglo permanecen\ntan protegidos como los templos budistas. Y aunque los reyes se fueron (de un\nd\u00eda para otro), su recuerdo luce intacto en el ex Palacio Real –hoy un peque\u00f1o\ngran museo–, protegido por el r\u00e9gimen socialista que gobierna la Rep\u00fablica\nPopular de Laos. Todo lo de ayer es parte de la riqueza cultural de hoy. La\nvida cotidiana de los habitantes \u201cest\u00e1 marcada y es medida por el ciclo de la\nLuna\u201d; tambi\u00e9n respetan los descensos y las crecidas del Mekong y sus afluentes;\nse rigen escrupulosamente por el ciclo de las estaciones y por quiz\u00e1 qu\u00e9 otras\nfuerzas dif\u00edciles de identificar. <\/p>\n\n\n\n Carmen Teira, una joven viajera y escritora de\nCantabria, que ha caminado medio mundo, nos dice que cuando hace poco regres\u00f3 a\nLuang Prabang, navegando por el Mekong, \u201cy la vi\naparecer desde el barco, con los tejados de sus casas y templos asomando entre\nlos \u00e1rboles a la luz de la pr\u00f3xima puesta de sol, romp\u00ed a llorar\u2026\u201d.<\/em> <\/p>\n\n\n\n Reaccionan con sorpresa muchos que aterrizan aqu\u00ed pensando que en Laos pisar\u00e1n\n una estaci\u00f3n m\u00e1s del Sudeste Asi\u00e1tico.\nSaben que llegan al pa\u00eds que Estados Unidos convirti\u00f3 en el m\u00e1s castigado de la\nhistoria humana, con dos millones de bombas lanzadas durante la guerra de\nVietnam. \u201cEl zumbido de un B-52 cada ocho\nminutos durante casi una d\u00e9cada\u201d<\/em>. Entonces, esperan encontrar ruinas\nhumanas. Pero como Luang Prabang se halla en medio de ninguna parte, la\nencuentran intacta, convertida en una de las obras colectivas m\u00e1s delicadas\nhechas por el hombre. De ah\u00ed nacen estas palabras: \u201cParece la isla feliz de un cuento de hadas\u201d.<\/em> Es lo que nos dice\nJoseph Mar\u00eda Romero, incansable cronista\nde viajes con quien hemos coincidido en algunas esquinas del mundo, y\nahora en lo alto de un cerro sagrado en medio de Luang Prabang, llamado Phu Si.\n<\/p>\n\n\n\n Tanto entusiasmo de los extranjeros amenaza con\niniciar un proceso que muchos temen aqu\u00ed: la aparici\u00f3n del turismo de masas.\nDesde su nacimiento en el remoto a\u00f1o 698 \u2013con otro nombre, con otros reinos\ndominantes–, la aldea atrajo al visitante por estar entre dos r\u00edos, el Mekong\ny el Nan Khan, y en medio de un fest\u00edn de monta\u00f1as verdes. En los a\u00f1os del\ndescubrimiento de Am\u00e9rica era parte del legendario Reino del Mill\u00f3n de\nElefantes. Y en el siglo XX, cansado de las amenazas de los gigantes vecinos,\nsus monarcas aceptaron a rega\u00f1adientes la \u201cprotecci\u00f3n\u201d francesa. No fue la\nsoluci\u00f3n perfecta. En 1954 los ej\u00e9rcitos galos, derrotados en la guerra de\nIndochina, se fueron de aqu\u00ed sin ganas de volver.<\/p>\n\n\n\n Pero los franceses hab\u00edan dejado mucho de lo que\nahora veo. La arquitectura de Luang Prabang conserva lo m\u00e1s cotidiano de un\nbarrio de Par\u00eds sin opacar la arquitectura budista de sus templos y palacios.\nSus construcciones religiosas no se parecen mucho a la de sus vecinos, por\nhaberse desarrollado en esta remota tierra separada del mundo por monta\u00f1as,\nselvas y torrentes. En algo se asemejan sus construcciones budistas a las\nestupas que he visto en Nepal y la India. Y por la escasa presencia de pagodas tiene\nalgo en com\u00fan con Corea, Jap\u00f3n y China. Muchos de sus templos dejan caer sus\nmagn\u00edficos techos casi hasta rozar el suelo. Parecen bellas aves desconocidas\nde la selva prontas a emprender el\nvuelo. <\/p>\n\n\n\n Servand Muteau, un gu\u00eda entra\u00f1able, me ha\npropuesto un bistr\u00f3 para probar la comida mixta franco-laosiana, y para\nintentar explicarme algo que me tiene sorprendido: nunca hab\u00eda visto una\nmuchedumbre de recintos religiosos en una ciudad con tan poca gente. Y de caracter\u00edsticas\ntan diferentes. (Todo esto fue valorado por la UNESCO para designar a Luang\nPrabang como Patrimonio de la Humanidad). <\/p>\n\n\n\n –No es dif\u00edcil saber por qu\u00e9 hay tantos templos\naqu\u00ed \u2013advierte Muteau–. Tienen que ver con la forma de vida de buena parte de\nsus habitantes. La mayor\u00eda de ellos permaneci\u00f3 por milenios en la selva, concentrados\nen peque\u00f1as aldeas, sin contacto entre\nellas. Al permanecer ocultas, las tribus elud\u00edan el control militar y econ\u00f3mico\nde los distintos reinos extranjeros que dominaron esta zona, donde Francia fue\nel \u00faltimo de muchos. Pero se produjo un\npunto de quiebre: lleg\u00f3 la paz y la modernidad, y entonces esos nativos ocultos\nempezaron a asomarse a los barrios de Luang Prabang.<\/p>\n\n\n\n No llegaron solos. Ni llegaron con las almas\nvac\u00edas. <\/p>\n\n\n\n –Tra\u00edan a sus dioses. Y eran dioses nacidos en\ncreencias espiritistas y animistas a medio fundir con el budismo. Tambi\u00e9n\ntra\u00edan su concepci\u00f3n de los templos, nacidos durante ese largo encierro\nselv\u00e1tico. Son los templos que vemos ahora multiplicarse en los barrios de la\nperiferia, pobre todav\u00eda.<\/p>\n\n\n\n Est\u00e1n repartidos aqu\u00ed y all\u00e1, tan independientes\ny, seguramente sus fieles son tan recelosos de los otros como cuando\npermanec\u00edan en los bosques. Siguen siendo reinos m\u00ednimos dentro de Luang\nPrabang, siempre controlados por los l\u00edderes tribales o los descendientes.\nTanto la solidaridad como la vigilancia sobre\nsus miembros parecen intactas, dice Muteau. Muchos a\u00fan hacen ceremonias para\napaciguar a las nagas y a otros esp\u00edritus del r\u00edo, representados en sus templos.<\/p>\n\n\n\n La suma de esas costumbres tribales intactas\nayudan a entender por qu\u00e9 Luang Prabang no parece un reino de este mundo. Por ejemplo, \u201ctienen un natural horror\nal robo\u201d. Se cuenta de reyezuelos que hac\u00edan freir a los ladrones en una\ncaldera de aceite hirviendo. Es lo que\ncontaban los exploradores franceses Henri Mouhot y August Pavie (c\u00f3nsul en el\nsiglo XIX). De Pavie hay una escultura en el Luang Say Residence, hotel donde\nalmorzamos ayer, y que organiza viajes muy seguros por el Mekong. El\nnaturalista Mouhot, descubridor para Occidente de las maravillas camboyanas de\nAngkor, se inclin\u00f3 ante los habitantes de Luang Prabang. Hace 150 a\u00f1os llenar\u00eda\nsu cuaderno de viajes con elogios para ellos: \n <\/p>\n\n\n\n \u201cSon apacibles, sumisos, pacientes, sobrios,\nconfiados, cr\u00e9dulos, supersticiosos, fieles, sencillos y dulces\u201d. <\/p>\n\n\n\n Ha sido as\u00ed por siglos. Josep Mar\u00eda Romero, que\nahora vive en la vecina Tailandia (Chaing Mai) dice que Luang Prabang \u201cparece la isla feliz de un\ncuento de hadas\u201d, y hace un siglo y medio Mouhot ya advert\u00eda aqu\u00ed algo\nsemejante. En el relato de su exploraci\u00f3n\n(libro que mi gu\u00eda conserva cuidadosamente forrado en cuero), cuenta que en\neste pueblo \u00e9l fue recibido con calidez. Hab\u00eda hecho un viaje de meses en\nelefante, \u00fanico medio posible para atravesar selvas intransitables. Luang\nPrabang le pareci\u00f3 \u201cun peque\u00f1o para\u00edso\u201d,<\/em> si bien le hizo sufrir el calor del verano\nh\u00famedo y le produjo mucha risa la ingenuidad primitiva de sus reyes, que a \u00e9l\nle trataron como a un pr\u00edncipe. <\/p>\n\n\n\n Al car\u00e1cter suave del laosiano hay que agregarle\nciertas buenas herencias del protectorado\nfranc\u00e9s, concluido ayer no m\u00e1s (1954). Es lo que cree nuestro gu\u00eda, quien teme\nque malas pr\u00e1cticas tur\u00edsticas puedan arruinar todo. El gobierno procura evitarlo. No abre las\npuertas de par en par, e incluso ha pensado en poner l\u00edmite al n\u00famero de visitantes.\nDesde que desapareci\u00f3 la monarqu\u00eda en 1975, y hasta 1989, eran muy raras las visitas\ntur\u00edsticas organizadas. Ven\u00edan principalmente asi\u00e1ticos y unos pocos franceses\ncon tradici\u00f3n familiar gestada durante los 60 a\u00f1os de protectorado<\/em>. Ya se cumplieron 25 a\u00f1os de turismo moderno, y Luang\nPrabang\u2014con menos de 30 mil habitantes– se abre paso con fuerza como un destino\nde viajes tan distinto y jovial como su\ngente. <\/p>\n\n\n\n Recorriendo hoy su Barrio Viejo, principalmente\nla calle Sisavangvong, lo hemos sentido como un placer casi inconcebible en una\nciudad rodeada de selvas y r\u00edos\ntorrenciales. Est\u00e1 lleno de lugares para probar la comida laosiana tradicional\ny de una multitud de bistr\u00f3s<\/em> y brasseries<\/em>, de digestivos Arma\u00f1ac; de una\nreposter\u00eda secreta que produce inolvidables crepes<\/em>\ny croissants<\/em>, profetiroles, tartas\nTatin, pasteles de fresas y dulces Saint-Honor\u00e9. Asia y Francia comparten aqu\u00ed\nsus pasiones. Y hoteles perfectos, como The Luang Say Residence \u2013en un barrio\ncualquiera\u2014nos deleita en su restaurante La\nBelle Epoque<\/em>. En el barrio hist\u00f3rico \u2013casi sin tr\u00e1nsito de veh\u00edculos– los mejores\ncapuccinos<\/em> se saborean en L`Arl<\/em>equin y en el Caf\u00e9 des Am<\/em>is, que encontramos llenos de relajadas y bellas viajeras\neuropeas.<\/p>\n\n\n\n Caminando muy poco, los visitantes podemos conocer\naqu\u00ed algunos de los templos, estupas y monasterios budistas m\u00e1s admirables que\nhemos visitado en Asia. Otra raz\u00f3n para que Luang Prabang merezca ser considerada\nun hallazgo. El entusiasmo inocultable de los extranjeros se explica tambi\u00e9n,\nen parte, por ser un oasis de tranquilidad en el Sudeste Asi\u00e1tico, \u00e1rea\nmaravillosa de Oriente, pero cuyas ciudades casi nunca son f\u00e1ciles de digerir. El\nhormiguero humano y la presencia abrumadora y rugidora de motos en las calles,\nsobresaltan a muchos, o al menos les hacen muy dif\u00edcil el desplazamiento. <\/p>\n\n\n\n Luang Prabang es tan Asia como cualquiera; pero distinta.\nPor el r\u00edo Mekong algunas compa\u00f1\u00edas pueden llevarnos sin sobresalto a pa\u00edses\nvecinos (o traernos). Hay visitas organizadas a las admiradas cuevas vecinas de\nlos Mil Budas, y a las cataratas de Quang Si (antes de las 11 de la ma\u00f1ana,\npara evitar la multitud). Los que\nquieran emociones fuertes pueden explorar con los ojos bien abiertos las orillas\nselv\u00e1ticas del Mekong. Para eso basta contratar una peque\u00f1a embarcaci\u00f3n y pedir\nque haga orilla en cualquier lugar. El goce est\u00e1 asegurado; tambi\u00e9n la\ninquietud, esa leve inquietud que nos mejora el viaje. <\/p>\n\n\n\n Mouteau prefiere la ciudad, y la noche antes que\nel d\u00eda. Nos hace recorrer ciertas calles, como Khao San, elegida por los\ntrasnochadores amigos de la mochila y la cerveza. Nos lleva a los comercios cerca\nde la sede UNESCO, en Sakharin. Y al correo, siempre repleto, en Chao Fa Ngum.\nRecorremos el llamado Mercado de la Ma\u00f1ana, donde laosianos compran frutas y\nverduras. Luego, el Mercado de la Noche. Este existe s\u00f3lo gracias a los\nturistas que buscan artesan\u00edas. Hace una d\u00e9cada naci\u00f3 como una feria de cinco\nd\u00edas y su \u00e9xito le hecho permanecer y crecer bajo lienzos de colores alegres,\nque cierran una parte de la calle principal. En un estilo comercial casi\ninimaginable en Oriente, los vendedores guardan silencio, nadie intenta forzar\nla compra, aunque siempre es sano regatear. Al lado de este mercado prospera otro,\nque ofrece comidas laosianas y occidentales, a buen precio y sanidad confiable.\n<\/p>\n\n\n\n Nada confiable nos ha parecido el espect\u00e1culo\nm\u00e1s famoso de la ciudad. Antes del amanecer vimos a centenares de monjes\nbudistas caminando en fila india por una calle principal del centro, con h\u00e1bitos\nocre y recipientes en sus manos. Recib\u00edan comida de los vecinos y turistas madrugadores\nque los esperaban en las veredas. Algunos ni\u00f1os y mujeres nos tentaban con\nplatos preparados para obsequiar a los monjes. Mouteau nos hab\u00eda advertido: \u201cNo\nles compren; puede ser pura basura. A veces se trata de restos de comida a\u00f1eja,\nque enferma a los monjes\u201d. <\/p>\n\n\n\n Este desfile de amanecida es una antiqu\u00edsima\ncostumbre limosnera budista, que ha desaparecido en el mundo. S\u00f3lo permanece\naqu\u00ed, y la hemos visto tambi\u00e9n, ligeramente distinta, en Myanmar, dentro del\nmonasterio de Mahagandayon, cerca\nde Mandalay. M\u00e1s de un millar de monjes vive y estudia\nen \u00e9l. A media ma\u00f1ana reciben limosnas al igual que en Luang Prabang. El de aqu\u00ed y el de all\u00e1, antes que una expresi\u00f3n\nde generosidad nos han parecido indignos espect\u00e1culos. S\u00f3lo sirven para hacer\nautofotos tontas con tel\u00e9fonos inteligentes.<\/p>\n\n\n\n Lo que necesita Luang Prabang son\nfot\u00f3grafos sensibles que recojan la belleza casi desconocida de sus monasterios\ny templos. Deben empezar por Xien Thong, seguir con sus vecinos Mai\nSuwannaphumahan \u2013un monasterio suntuoso–, \ny el templo Haw Pha Bang. Este fue terminado ayer por el gobierno\nsocialista, pero que parece una vieja reliquia, aunque demasiado dorada. En este\ntemplo se guarda una imagen de Buda tra\u00edda de Angkor hace muchos siglos, y que\nle dio el nombre a Luang Prabang: el Bang Phra Buda. <\/p>\n\n\n\n Los fot\u00f3grafos deben disparar\ntambi\u00e9n al verde penetrante de los cien montes del \u00e1rea, envueltos de selva;\nojal\u00e1 lo hagan desde el ombligo de la ciudad, la colina Phu Si, que se sube entre\nBudas, estupas y construcciones testigos de una fe sin fronteras. Desde la cima\ndescubrir\u00e1n c\u00f3mo es el lugar donde se levanta la ciudad: una pen\u00ednsula de r\u00edo que\nse forma en el encuentro del Mekong y el\nNan Khan. <\/p>\n\n\n\n En esta pen\u00ednsula, rodeada de\nnaturaleza intacta, Luang Prabang, desde hace trece siglos vive su \u00edntima\nquietud; su siesta alegre y dulce. <\/p>\n\n\n\n Que nadie la despierte. <\/p>\n\n\n\n Sobre las orillas del r\u00edo Mekong vivimos una ciudad que es el dulce […]<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":2041,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"footnotes":""},"categories":[48,110],"tags":[50],"class_list":["post-1562","post","type-post","status-publish","format-standard","has-post-thumbnail","hentry","category-asia","category-laos","tag-domingo-de-el-mercurio"],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/1562","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=1562"}],"version-history":[{"count":6,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/1562\/revisions"}],"predecessor-version":[{"id":3984,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/1562\/revisions\/3984"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/media\/2041"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=1562"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=1562"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/www.ganderats.cl\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=1562"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}La alegr\u00eda y\nel llanto<\/strong><\/h4>\n\n\n\n
Templos\npara volar <\/strong><\/h4>\n\n\n\n
Claves\nde otro mundo<\/strong><\/h4>\n\n\n\n
Emoci\u00f3n\nen la orilla <\/strong><\/h4>\n\n\n\n
Qu\u00e9 ver\ny no hacer <\/strong><\/h4>\n\n\n\n
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