San Salvador Bahamas
¡¿Y quién es Colón?!
Aquí se descubrió América, pero nadie ha descubierto a Colón (¿salvo el Club Med?). Extraña experiencia tuvimos en la playa que produjo cambios revolucionarios en la historia del hombre. Por sus playas de sueño, con razón, el almirante dijo que este era un paraíso (en tierras… de Oriente).
Por Luis Alberto GanderatsUn insignificante erudito alemán, Martin Waldssemüller, es el responsable de que el continente descubierto por Colón no se llame Colombia.
Pero al igual como el almirante se fue al Otro Mundo sin saber que había descubierto el Nuevo Mundo, Américo Vespucio -por quien América se llama América- se fue a la tumba ignorando que gozaría de tan inmerecido privilegio.
La historia es capaz de crueles sonrisas.
Waldssemüller vino a bautizar a América 14 años después de ser descubierta. Lo hizo al poner el nombre de “Tierra de Américo” en uno de los muchos mapas que él dibujara.
¿Por qué?
Leyendo las cartas que escribiera Vespucio, supuso, erróneamente, que había sido el primero en llegar a la América continental, o creyó que era mérito suyo haber hablado por primera vez de un nuevo mundo. Lo consideró, entonces, su descubridor intelectual.
Pero hay más cosas raras en torno al hombre y a los hechos vinculados a la isla del descubrimiento.
La oscuridad comienza en la propia imagen de Colón. ¡Nos han mentido tanto sobre él! No es verdad todo lo que conocemos sobre su rostro, su figura, sus carabelas, su cuna y su sepultura. O a lo menos es incierto.
Colón murió sin dejarnos saber cómo eran sus rasgos físicos. Al parecer, nadie lo pudo retratar en vida, ni él se autorretrató. Todas las imágenes que de él conocemos fueron concebidas luego de su muerte y se basan en descripciones contradictorias, en sospechosos retratos hablados. Hay, sin embargo, algunas coincidencias entre las descripciones de su hijo Fernando, y otras personas que le conocieron en su época de gloria: tenía el pelo completamente blanco desde los 30 años (antes fue rubio o medio rojo); su nariz era aguileña; su rostro, de piel blanca y bastante sonrosada; su cara larga y con carácter; su estatura, un poco superior a la media.
Éste es su retrato hablado.
¿Pero cuántos millones de personas distintas pueden describirse así?
Por lo tanto, son datos que ayudan poco.
Paradójicamente, aunque sobrevivió 14 años a su hazaña universal, no sabremos nunca como eran el rostro ni el porte de Colón.
Tampoco se sabe dónde están sus huesos. Se han perdido o, presumiblemente, confundido.
Carabelas desconocidas
¿Y cómo eran las naves descubridoras de Colón?
Tampoco lo sabemos.
La Santa María se hundió frente a las costas que hoy son de Haití, y que esta revista mostrara en alguna edición anterior. Con sus restos se improvisó el Fuerte Natividad, primera construcción europea en América.
La Niña, después de venir a América, languideció en tareas menores, hasta perderse en el olvido, sin dejar señas ni rastros.
¿Y La Pinta? Estaría hundida aún frente a la isla Caicos, al sureste de Bahamas, en las Antillas Británicas; pero nadie ha logrado dar con sus restos desde que fue tragada por el mar el año 1500, durante un viaje de los Pinzón a la desembocadura del Amazonas.
Conocemos muchas imágenes de esas carabelas, que ciertamente corresponden, en su línea gruesa, a las embarcaciones comunes en Puerto de Palos por aquella época. Pero nadie -nadie- tuvo la ocurrencia de dibujarlas, y si alguien lo hizo, el documento se encuentra perdido.
¿Sabemos con certeza, siquiera, qué cuna tuvo Colón?
Tampoco.
Él mismo dijo que era genovés. Lo hizo en 1497, al instaurar el mayorazgo. Deberíamos creerle. Además, su padre aparece nombrado en un documento de ese mismo origen. Pero en tal documento no se indica lugar de procedencia. Carecemos de prueba documental irrefutable. No hay registros de su nacimiento, y en cambio sí había muchos intereses comerciales, problemas religiosos y luchas políticas entre las multitudes de estados que formaban la Europa de entonces, lo cual permite especular a muchos que Colón bien pudo ocultar su verdadero lugar de nacimiento. Se le ha supuesto cuna judío-española (sefardita), y varias otras, con frágiles indicios hallados por recolectores de datos inseguros.
Puede afirmarse que para la historiografía, Colón sigue siendo tema virgen. Hay quien afirma que en algún momento de su oscura vida habría practicado la piratería. Y que al parecer era siciliano, no genovés.
Cuando fuimos a Génova en busca de argumentos indiscutibles sobre su cuna, encontramos que el más notorio de todos se encuentra a la salida de la Estación Príncipe. Sobre la base de un enorme monumento -que España le ha negado en Puerto de Palos y en esta la isla San Salvador, donde descubrió América-, pudimos leer una frase que quiere poner fin a la discusión sobre el origen del almirante. Dice escuetamente el monumento genovés:
“A Cristoforo Colombo. La Patria”.
También la isla en que pisó América por primera vez el 12 de octubre, se ha puesto en discusión, aunque ya parece muy difícil que alguien pueda probar lo contrario. San Salvador es y seguirá siendo “la isla del descubrimiento”, salvo que aparezca el original del diario de viaje de Colón, que se halla tan perdido como sus huesos, y seguramente, como ellos, hecho polvo.
Ya veremos luego: Colón, casi entero, ha sido hecho polvo.
Palos e ingratitud
Fuimos primero a Puerto de Palos, para terminar bastante perplejos. En Palos de Moguer -su nombre original, ahora Palos de la Frontera-, el héroe no es Colón sino los hermanos Pinzón, vecinos de este puerto del río Tinto. A Martín Alonso Pinzón se le rinde el primer homenaje y hasta se le cree dueño de la idea de viajar a las Indias.
(Otro día escribiremos sobre Palos. Ahora nos convoca el 12 de octubre, que se produjo en América).
¿Pero es posible que en Puerto de Palos casi se ignore a Colón, que el sabio Marañón define como “protagonista de una de las tres grandes jornadas cruciales que ha atravesado la Humanidad”?
¿Cuáles han sido tales jornadas cruciales o “magnos presentimientos de la historia”, como él las llama?
El primer presentimiento -dice- fue el de Dios. El segundo, que iba a completarse el conocimiento de la Tierra “aliviando el sentimiento de horror al vacío que llenó de inquietud al final del medioevo”. Y el tercero, un presentimiento de que la vida de los hombres puede completarse con la conquista del Espacio.
(Desde cerca de aquí el hombre voló ya hasta la Luna).
Colón anda de viaje
Ahora la invitación es a visitar la isla donde un poeta navegante descubrió la América. Tomamos un Bahamas Air que salió de Nassau, volamos hacia una isla del Caribe que se ha conocido por varios nombres: Watling, San Salvador… y que la mayoría de los expertos identifica por su nombre nativo, Guanahani.
Algo raro se huele al sobrevolarla. No se alcanza a divisar monumento alguno. Ya en tierra, la pregunta surge inevitable como la envidia:
–¿Y dónde se encuentra el monumento a Colón?- le preguntamos al reverendo Livingston Williams, pastor de la Zion Baptista Church, que en su camioneta Ford 54 nos lleva desde el aeropuerto hasta el caserío de Long Bay, en la bahía del descubrimiento.
-¿Monumento a Colón, dice usted? No, aquí no hay ningún monumento a Colón.
-¿No? Pero alguna calle del pueblo se llamará Colón…
-No, nadie ha hecho eso en Cockburn Town. Hay una cruz en la playa donde los historiadores dicen que desembarcó. Y también pusieron astas para colgar banderas.
El pastor explica que esta bahía no lleva el nombre del descubridor -se llama “bahía larga” en español-, y que otra vecina más pequeña es conocida por Fernández Bay.
Le preguntamos si es por algunos de los varios Fernández españoles que viajaron con Colón u otros vinculados a su historia americana.
-No, mister, es por Edward Fernández, un negro de Bahamas como yo. Tenía tierra en la orilla, pero murió hace 35 años. Era un buen vecino.
Colón anda de viaje. No está en Bahamas.
Pobre es nuestra cosecha tras cinco días de investigación en esta isla de 1.000 habitantes, casi todos de sangre africana. La única imagen de Colón es una especie de camafeo esculpido sobre el frontis de una iglesia católica, Holy Saviour Church, en un área casi desértica llamada Riding Rock.
-Esa imagen la puso mi antecesor en la iglesia -explica el benedictino Herman Wind-. Era un norteamericano, el padre Gerald Keefe. Admirador del almirante, quiso rendirle homenaje. Cuando murió, en 1971, decidimos respetar sus deseos y por eso la imagen sigue ahí.
-¿Y por qué no se le rinde homenaje a Colón en San Salvador con un monumento digno de su hazaña?
-No lo sé. España no ha hecho nada, en siglos. Eso es lo que tengo entendido. Y como las Bahamas forman parte de la Comunidad Británica de Naciones, no podemos esperar de los ingleses lo que no han hecho los españoles ni tampoco los hispanoamericanos.
Todo lo que existe aquí en recuerdo del Descubrimiento viene de Norteamérica. Lo más antiguo es de 1951: una modesta cruz de concreto armado. También un monolito de un metro de alto, al pie de un cocotero. Fue instalado en 1957. Ambas fueron iniciativas de particulares norteamericanos: Ruth G. Wolper y los tripulantes de la embarcación deportiva Heloise.
También se ha levantado aquí un pequeño monumento en recuerdo de las… Olimpiadas de México y algún gesto tardío e insignificante que surgió por la conmemoración de los 500 años del Descubrimiento de América.
Descubrimos, finalmente, que sí existe un enorme monumento. Tiene 22 millas de circunferencia. Está hecho de tierra y arena, lo cruzan lagunas y lo rodea el mar de las Antillas.
Es el monumento a la ingratitud.
Se llama isla San Salvador.
Chile desteñido
A pesar de todo, algo de emoción sentimos cuando el Rvdo. Williams (que nos ha alojado en su casa, a 200 metros de la playa del Descubrimiento), anuncia que en la tarde serán colgadas las banderas americanas y españolas en una serie de astas situadas junto a la cruz. Es fiesta regional en Bahamas, en recuerdo de su independencia de 1973.
-¡Fenómeno! -le decimos-. Podremos fotografiar por primera vez la bandera de Chile en un lugar tan importante como éste.
Preparamos las cámaras, y antes de la hora anunciada caminamos hasta Long Bay. Ansiosa es la espera de las personas encargadas de izar las banderas sudamericanas, la de Bahamas, las de todas las Américas, la de la España descubridora.
Una hora más tarde vemos venir una juguetona pandilla de niños negros. Son menores de diez años y se disputan, entre risas, una bolsa de plástico. Con el forcejeo y la diversión, caen el suelo varios trapos desteñidos: son las banderas nacionales. Sólo las de Bahamas y España lucen de mejor calidad. La de Chile tiene su rojo reducido a marrón, y el azul convertido en morado eléctrico.
Los muchachos hablan y gritan en un inglés indescifrable mientras izan los primeros pabellones. Al poco rato, uno de ellos decide correr diez metros y lanzarse a las aguas color turquesa.
Se viene al suelo el entusiasmo colectivo.
¡Todos al agua!
Los trapos multicolores quedan repartidos sobre el pasto, por el resto de la tarde.
¿Y a quién podía importarle? Los habitantes de San Salvador son súbditos de Isabel II de Inglaterra, habrán llorado por la muerte de la princesa Diana, tienen pura sangre africana y están aquí por ser descendientes de esclavos. Los indios lucayos, que habitaban estas islas y que descubrieron a Colón…, fueron exterminados por las enfermedades del hombre blanco y el trabajo excesivo.
Existe otra razón aquí para olvidar a Colón y su hazaña: sus arenas parecen de azúcar rubia y las aguas como se ven en nuestras fotos; las palmeras se mecen tranquilas y sólo de vez en cuando bombardean con cocos estas playas cubiertas de caracolas rosadas.
En San Salvador no se ha descubierto América todavía. Aunque a pocos kilómetros, los turistas gozan del Club Med Columbus, el más sofisticado de todos, según la propia compañía.
Es escasísima la hotelería, y toda se halla en función de la generosa pesca deportiva.
Esperando el avión semanal, durante cinco días podemos tomar sol sin pudores en enormes playas solitarias, con aguas tibias, bajo un sol de benigna calentura. Hemos hecho nuestro propio y grato descubrimiento tendidos bajo el sol. El almirante también nos está resultando indiferente.
Un virus hanta anti-Colón parece existir en esta ingrata tierra dulce.
Dónde Alojar
La oferta de alojamiento en San Salvador no es abundante como en otras islas de las Bahamas. Sin embargo, la isla posee uno de los resorts más grandes de la cadena Club Med. El Columbus se encuentra a 1 km del aeropuerto. Clasificado con cuatro tridentes, el máximo en confort de la cadena, tiene tres restaurantes, dos de ellos frente al mar, boutique e infraestructura para realizar deportes terrestres y acuáticos. Reservas: En agencias.
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