La Gran Aventura: Conquista de la Luna
“¡Se desató el infierno!” exclama alarmado Michael Collins al tener problemas en acoplamiento del LEM con la nave madre, que está a su cargo. Es uno de los sucesos recogidos por una extensa crónica hecha con relatos personales de cada uno de los astronautas dentro del Apolo XI, en el LEM y en la superficie lunar. Hechos grandes y pequeños ocurridosantes, durante y después de que el hombre diera “un paso gigante para la humanidad ”.
Por Luis Alberto Ganderats/Rosario Guzmán BravoMichael Collins lo confiesa:
–A pesar de que yo tenía gran confianza en cada una de las partes del equipo, me sentía un poco pesimista con respecto a nuestras posibilidades de llevar a cabo la misión completa. Imaginé que cualquier cadena tan larga y frágil como ésta debía tener en alguna parte un eslabón débil. Créame que mucho tiempo antes del vuelo estaba preocupado de cuál sería este eslabón. ¿Podría ser yo mismo? ¿Podría mi entrenamiento haber dejado de lado alguna información vital? ¿O quizá yo hubiera recibido una instrucción adecuada, pero después me olvidaría de ella?
El astronauta que viaja en el Apolo XI y espera orbitando la Luna el regreso de Armstrong y Aldrin, no es el único que íntimamente se pregunta si en un sistema tan complejo como el Saturno-Apolo-LEM no fallará en algo importante. Estados Unidos depende del equipo industrial de la NASA para que lleve a cabo la tarea, y ese equipo -según Armstrong- “había puesto su reputación en juego en el Apolo XI. Voluntariamente muchos cuellos se habían puesto en el cepo. A medida que aumentaba la preocupación por el vuelo, era evidente que cualquier fracaso mancharía en cierta forma la imagen de nuestro país”.
El riesgo de la espectacularidad del viaje explican que en las vecindades de Cabo Kennedy un millón de personas provoque el taco automovilístico más descomunal que recuerda Florida, y que, en todo el mundo, entre 600 y 1.000 millones de terrícolas vieran partir el monstruo.
…el three…two…one…¡Ignition!
Eran las 9:32 horas de Chile del 16 de junio de 1969.
Saturno V: Una dama nerviosa
Michael Collins tiene momentos de zozobra al partir.
–El empuje inicial de Saturno V me sorprendió un poco. Fue un tanto duro durante los primeros quince segundos. Supongo que los Saturno son como la gente. Nunca hay dos iguales. El nuestro parecía una dama nerviosa conduciendo su automóvil por una calle estrecha sin darse cuenta si va muy a la derecha o muy a la izquierda, pero que sabe que está en uno de los dos lados, por lo cual continúa yéndose de un lado para otro… Me sentí muy feliz cuando cuando dijeron que se había retirado la torre. Era agradable saber que no había ninguna estructura cerca en los momentos en que esa cosa estaba sufriendo hipos y saltos. No fue tan ruidoso como yo me imaginaba, y no tuvimos ninguna indicación de mal funcionamiento. Tras quince segundos de vuelo, todo se calmó y la segunda etapa se sentía tan suave como terciopelo… Casi no podía creer que detrás estuvieran funcionando esos grandes motores.
A los once minutos y medio de viaje, Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins entran en órbita terrestre. Cuando cumplen una vuelta y media y están a 335 kilómetros de la Tierra, reciben la orden de poner proa a la Luna. Cohetes impulsores aumentan la velocidad de Apolo XI para superar la fuerza de atracción y la Gran Aventura comienza. Durante los dos primeros días el viaje no son muy distintos a los anteriores: correcciones de rumbo cuando es necesario; bromas que también resultan necesarias. Collins comenta a Houston:
–Estoy muy ocupado y espero tener la tarde libre. Pediré permiso a mis patrones (Armstrong y Aldrin). He cocinado, quitado el polvo y casi he hecho algo de costura. En fin, ya saben, todas las menudencias de una casa…
La soledad de Collins
Es la tarde del tercer día, domingo 20. El Apolo XI ha sido capturada por la gravedad lunar y se inicia el ingreso a órbita en la parte oculta de la Luna. Quedan interrumpidas, por lo tanto, las comunicaciones con Houston. Los astronautas se hallan liberados a su propia suerte. Si algo ocurre nadie sabrá el origen de la falla. Los minutos pasan con angustiante lentitud. Hasta que resuena la voz de Collins:
-Ya está. Lo hemos logrado.
La nave se encuentra de nuevo frente a la parte visible de la Luna.
El próximo paso es separar al módulo lunar, el LEM, de la nave madre, Apolo.
Armstrong y Aldrin se despiden de Collins. Pasan al LEM, que los lleva hasta la superficie lunar a través de un tubo que lo une con el Apolo. Antes bromean con Collins:
-Tú no tienes más que seguir por la Carretera Número 1.
La solitaria espera de este astronauta mientras sus compañeros maniobran el LEM o recorren la superficie lunar, es considerada una prueba de fuego. Collins no le atribuye excesiva importancia, y hasta ironiza:
–No, no me sentí solo. He sido piloto de avión durante 17 años y la idea de encontrarme solo en un vehículo de vuelo no era de ninguna manera alarmante. En realidad hay veces en que prefiero estar solo…
Durante su espera nunca ve al LEM*** posado en la Luna, ni él y su nave son vistos por Armstrong ni Aldrin. Mantienen solo breves contactos radiales.
El Águila empieza a bajar
A la orden ¡go! recibida desde Houston, los tripulantes del LEM inician el descenso guiado por computadoras. Armstrong, que dirige los controles manuales, relata esos minutos:
–El encendido del motor de descenso fue suave y a tiempo. La maniobra se produjo en el lugar correcto de la superficie lunar, al costado oeste del monte Marilyn. En esos momentos volábamos a la altura de 15 mil metros y al ver este monte, además de otros puntos de referencia, se nos indicó que íbamos a alucinar relativamente cerca de la zona seleccionada. No íbamos a caer sobre el lado oscuro de la Luna; ni nada parecido.
A los 10.000 metros comienzan a tener problemas con las computadoras.
–Cuando este aparato enfrenta dificultades enciende una luz intermitente y da un número. Habíamos simulado una amplia gama de alarmas antes del vuelo. Para las importantes habíamos memorizado ciertos procedimientos. Para las más complejas teníamos pequeñas notas en unas tarjetas adosadas al panel de instrumentos. Sin embargo, esta alarma no era del tipo que esperábamos. No se había presentado durante las pruebas. Parece que fue provocada por la sobrecarga de trabajo del computador, y entonces el Control de Misión comenzó a ganarse el sueldo. Analizaron el problema y la causa. Nos avisaron inmediatamente que podíamos continuar con el descenso sin preocuparnos de la alarma.
Sobre la superficie lunar
–Desde los 10 mil metros hasta los 1.600 –recuerda Armstrong- estuvimos totalmente absortos en el análisis y el manejo de este problema, y revisando nuestros instrumentos. De esta manera, nuestra atención se alejó de las ventanillas y los hitos de identificación. La primera vez que pudimos mirar hacia fuera ya estábamos a 1.000 metros. Con el cercano horizonte que es característico en el Luna, era difícil a esa altura ver mucho hacia adelante. El único lugar que podríamos observar era un cráter grande, impresionante, que desde entonces llamamos Cráter Occidental… Ese era el lugar donde nuestro sistema de guía parecía llevarnos. Como ya estábamos a alrededor de 300 metros, era evidente, sin embargo, que el Águila estaba tratando de alunizar en una zona indeseable. Alrededor del cráter había grandes rocas, que parecían subir a nuestro encuentro a una terrible velocidad… Cuando volábamos a 120 metros de altura, a 80 kilómetros por hora, se vio claro que yo tendría que hacerme cargo del control manual. Se trata de un sistema doble: una válvula de seguridad, parcialmente automática, y un control manual de altitud. Con el control manual yo controlaba la altura y la velocidad horizontal del LEM. Mis comandos, junto con la computadora, operaban la válvula de seguridad. Redujimos nuestro promedio de velocidad de descenso de tres metros por segundo a alrededor de uno.
Armstrong después de convencerse de que alunizar sobre aquellos roqueríos ofrece algunos riesgos, eleva el LEM para esquivar la parte superior de las rocas. Después de volver a bajar un poco para observar mejor algunos sitios que parecen apropiados, desecha varias otras posibilidades de canchas de alunizaje y opta por una que tiene unos 600 metros cuadrados -equivalente al área que ocupa una casa grande- y aluna después de ver como el motor desplaza una buena cantidad de polvo lunar. El Águila ha volado en forma muy similar a la de los vehículos de entrenamiento que ellos utilizaron más de treinta veces en la Tierra. La maniobra resulta, por lo tanto -según Armstrong- de una “cómoda familiaridad”.
Son en Chile las 18 horas, 17 minutos y 45 segundos del domingo 20 de julio. La voz de Armstrong se escucha en Houston:
–Aquí Base de la Tranquilidad: el Águila ha alunizado.
Primera fase en la Luna
La bajada del hombre en la Luna se ha fijado en principio para las 2 de la mañana y 21 minutos en Chile. O sea, los astronautas deben esperar ocho horas, aproximadamente. En este lapso tendrán que revisar instrumentos; dejar preparada la nave para el despegue; hacer la primera comida lunar, el almuerzo; dormir siesta durante cuatro horas, y después cenar.
Armstrong relata esos primeros minutos de él y Aldrin, que se hace llamar Buzz:
–Por supuesto que nos sentíamos alborozados, pero inmediatamente después del descenso había mucho que hacer. Los propulsores que hay en los tanques debían ser aireados inmediatamente, para evitar que absorbieran el calor del motor utilizado en la etapa del descenso. La alta temperatura podía elevar su presión y hacerlos estallar. Tuvimos doce minutos de intenso trabajo. Luego pudimos relajarnos lo suficiente como para sentir alivio y alegría. Buzz estiro su mano y estrechó la mía dándome sus felicitaciones. Yo realmente las agradecí: es mi crítico más competente.
Los tripulantes del LEM, ansiosos, resuelven no esperar las casi ocho horas presupuestadas. Con autorización de Tierra pueden hacerlo cuando lo estimen conveniente. Sin embargo, la salida se atrasa por diversas razones. Una de las más demorosas actividades realizadas previamente a abrir la escotilla e igualar la presión interior del LEM con la presión de la Luna. Como la presión de la Luna es el vacío, la del LEM debe reducirse al vacío abriendo una válvula que deja escapar el oxígeno. Esta y otras faenas efectuadas después resultan más demorosas de lo calculado.
Cuenta Armstrong.
–Nuestra demora no se debió, como lo han sugerido en broma mi esposa y otras personas, a que yo me quisiera dar más tiempo para pensar en lo que diría cuando pisara la Luna. Había meditado en ello antes del vuelo, porque mucha gente le había dado mucha importancia… También había pensado en eso durante el vuelo a la Luna. No mucho. Sólo después del alunizaje decidí decir: “Este es un pequeño paso para el hombre, un paso gigante para la humanidad”.
Comunión a bordo
Desde el interior de la cabina, la Luna se ve cálida, atrayente. El cielo luce negro, pero en la superficie parece de día. En medio de este inusual paisaje se celebra un acto religioso. Edwin Aldrin Jr., Buzz, presbiteriano practicante, en la nave tenía un poco de vino, pan y un cáliz mínimo regalado por el Rvdo. Dean Woodruff, de la Iglesia Presbiteriana de Webster. Buzz recuerda esos momentos de recogimiento:
–Justo cuando Apolo XI paso sobre nosotros después de dar la primera órbita lunar, y supimos que estaríamos en la Luna cierto tiempo antes de descender del LEM, desenvolví el cáliz, el pan y el vino. Los puse sobre una pequeña mesa que tenía frente al sistema de computador del guía. Pedí a Tierra un pequeño espacio de silencio y leí algunos pasajes de la Biblia y celebré la comunión… Me habría gustado observar cómo vertía el vino en esa atmósfera, pero en esa ocasión no era pertinente hacerlo… Ofrecí algunas oraciones privadas. Pero ahora veo que son los pensamientos, las emociones, las que vienen a mi memoria, no las palabras… En mi oración no fui tan egoísta como para incluir sólo a mi familia; ni tan amplio como para abarcar el destino del mundo entero. Pensé, sobre todo, en nuestra tarea espacial. En el desafío y en la oportunidad que nos habían dado. Pedí a la gente que agradeciera. Cada uno a su modo. Y reflexioné sobre mi esperanza de que la Humanidad recuerde este acontecimiento. De que lo vea por encima de los detalles y los logros tecnológicos. Que vea su más profundo significado. Que vaya más allá. Un desafío. Una búsqueda. El hombre necesita hacer estas cosas y también necesita reconocer que todos somos una Humanidad… bajo Dios.
Un pequeño paso
Mientras la reflexión y el trabajo acaparan la atención de los dos astronautas, en la Tierra la impaciencia y la tensión creen con la velocidad del Apolo XI, que seguía orbitando la Luna sin lograr ver al LEM. Cuando Armstrong avisa a Houston que ha concluido con las tareas en el interior del vehículo, se le autoriza a abrir la escotilla de salida y realizar la conquista de la Luna antes de dormir y cenar. Una temperatura de 110 grados centígrados lo espera fuera de la nave. Armstrong, enfundado en su traje espacial y calzando zapatos recubiertos con láminas de oro y casco de triple visera, se prepara para salir. Comprueba minuciosamente el correcto funcionamiento de la mochila de supervivencia (15 kilos de peso en la Luna; 90 en la Tierra). Baja la presión de la cabina. Después de abre la escotilla, se asoma al porche de la nave y tira una cuerda para destapar el deposito en que va la cámara de televisión que lanzaría a la mayor parte de la Tierra su imagen descendiendo por la escalera, y su primer paso en la superficie lunar.
Se calcula que mil millones de hombres ven la borrosa, pero identificable, figura del comandante Armstrong mientras pausadamente desciende los nueve escalones de la escalerilla. Posa primero el pie izquierdo, para que la cámara de televisión -instalada en una de las patas del LEM-, capte bien ese momento único. Son las 22:56. Luego de tantear la resistencia de la superficie Lunar –puede ser resbaladiza o blanda-, Armstrong pone sus dos pies sobre la superficie lunar. Adelanta una pierna y pronuncia la histórica primera frase humana sobre la Luna: “That’s one small step for a man, one giant leap for mankin”… “Este es un pequeño paso para el hombre, un paso gigante para la humanidad”.
Después informa que parece no haber dificultades para moverse (“Estamos en un terreno bastante sólido”), y se dirige de inmediato, a una veintena de metros, a colocar la cámara que trasmitirá a la Tierra todos sus movimientos y los de Aldrin, quien al bajar poco después exclama: “¡Magnífica desolación!”.
Muestras que dan trabajo
Desde Houston comienzan a presionarle para que recoja las muestras lunares. “Las muestras, Neil, las muestras”. ElComandante no parece darle importancia a la orden. Sigue caminando -a veces da pequeños saltos- y observa para todos lados. Unos minutos después en Houston respiran tranquilos: el astronauta se inclinaba para recoger muestras lunares. La labor no era sencilla.
Recuerda Buzz:
–Técnicamente la tarea más difícil en la Luna fue enterrar los recolectores de muestras en el suelo y sacar pequeños tubos de material lunar para la investigación. Es significativa y sorprendente la resistencia que existe en el suelo lunar a menos de seis centímetros de profundidad en una superficie tan blanda y polvorosa. Es un endurecimiento gradual de la superficie que comienza a más o menos quince a dieciocho centímetros…Esto significó que tuve que sujetar continuamente la parte superior del tubo, mientras lo golpeaba con un martillo para enterrarlo en el suelo… Una de las explicaciones para este extraño fenómeno de resistencia podría ser que, habiendo sido ya comprimido por la falta de atmósfera, el suelo ha sido bombardeado por meteoritos.
Tareas prácticas y tareas simbólicas
El primer acto simbólico es descubrir una placa en una de las patas del LEM. Su texto: “Llegamos en paz por toda la humanidad ”. Lleva las firmas del presidente Richard Nixon y de los tres astronautas. Después clavan un asta con una bandera de estadounidense de nylon. Dejan un pequeño disco con la firma de 74 mandatarios del mundo. También dos medallas conmemorativas entregadas por las familias de los mártires rusos Yuri Gagarin y Vladimir Komarov. Y el emblema de la primera nave Apolo, dentro de la cual dos años antes murieron Grisom, White y Chaffee (1967). Con fines de investigación científica colocan sobre la superficie lunar un sismógrafo, un aparato para medir el viento y un espejo de rayos laser, que trabajaría en combinación con un dispositivo generador y amplificador de ondas electromagnéticas ubicadas en la Tierra.
Sobre el mensaje de Nixon, Aldrin recuerda:
–No sabíamos que nos telefonearían hasta antes de 10 segundos que lo iniciara. En ese momento, desde Houston pidieron que nos acercáramos a la bandera. Luego escuchamos al Presidente. Al poder saludar a esa bandera, y saber cuánta gente había trabajado unida para que nosotros llegáramos allí, sentimos esa unión casi mística con toda la humanidad.
Nixon no disimula tampoco su emoción:
–Quiero expresarles, en la comunicación telefónica más trascendental de la historia, el orgullo del pueblo estadounidense por lo que ustedes han hecho, y deseamos que esta hazaña sea para el bien y la paz de la Humanidad.
El himno nacional de los Estados Unidos que se escucha en Chile durante la caminata lunar. Parecía provenir de la Luna. Pero no. Es un agregado que hacen los canales de televisión chilenos, obedeciendo a sentimientos nunca explicados. No sucedió lo mismo en los otros países ni lo oyeron los astronautas.
Aprendiendo a caminar
La Luna presencia escenas emotivas. Aldrin es uno de los protagonistas:
-Había un ambiente único allá arriba, casi místico. Armstrong y yo somos personas bastante parcas. Poco dadas a la libre expresión de los sentimientos. Aun durante nuestro largo entrenamiento no se produjeron muchas conversaciones entre nosotros. En contraste a esto, hubo un momento en la Luna, un breve momento, en que nos miramos de frente y nos dimos unos golpecitos en el hombro -ese era el único punto donde se podía- y dijimos: “Lo hemos logrado, que bueno”. O algo parecido.
El mismo Aldrin es el encargado principal de estudiar la mejor forma de caminar sobre la Luna, por lo cual se le ve trotar como cabra en el monte.
–Fue el mismo estilo que ensayamos en la Tierra. Pudo haber sido el salto de canguro, con ambos pies. Es posible utilizar, pero estimo que me daba un menor control de mis movimientos. Los pasos largos, como de avestruz, parece que fueran los mejores. Es muy natural en este ambiente dar pasos más largos que en la Tierra, porque todo movimiento parece más lento y uno tiene la sensación de estar flotando. En general se tiene que calcular la dirección con cuatro o cinco pasos de antelación. Se necesitan dos o tres pasos para una detención controlada… Sucede lo mismo para cambiar de dirección… En la Luna uno puede inclinarse mucho más en cualquier sentido sin perder el equilibrio. Ninguno de nosotros se cayó durante sus actividades. Nos dimos cuenta de que habría sido bastante fácil arrodillarse y levantarnos nuevamente.
El comandante Armstrong, con un relato escrito después de viajar, se encarga de sacar del error a quienes creen que ellos se “asarían de calor”.
–Nunca me preocupe particularmente de las temperaturas en el suelo lunar. La temperatura del traje era siempre agradable y cómoda. En ninguna oportunidad sentí que las herramientas, el asta de la bandera o la cámara de TV, estuvieran frías o muy calientes usando los guantes.
El Águila levanta vuelo
Dos horas y cuatro minutos después de pisar la Luna, los astronautas regresan al LEM. Son las 1:09 de la madrugada del lunes 21 de julio, día de Santa Práxedes -hermana de Santa Prudencia-, una buena compañía para reiniciar el viaje más peligroso de la Historia: volar al encuentro con la nave madre.
Armstrong admite:
–Fue, junto con el descenso, el momento más importante del vuelo. Pensé mucho en ese pequeño motor de ascenso y lo mucho que dependíamos de él. Cuando llego el momento fue un modelo de perfección. No sólo nos dio un suave empuje, sino que nos proporcionó una hermosa vista de la Base de la Tranquilidad a medida que subíamos y nos alejábamos.
El LEM se eleva verticalmente unos 100 metros. Después hace una maniobra de giro de 50 grados, tomando velocidad horizontal para subir hasta ponerse en órbita de la Luna. Estando en esa órbita debe acoplarse con el Apolo XI, que estaba a 110 kilómetros de la superficie lunar. Durante tres horas y media el Águila persigue al Columbia. Cuando Collins logra ver al vehículo que trae a sus compañeros tiene los minutos “más maravillosos” del viaje.
–Realmente me emocioné. Por primera vez se veía claro que lo habían logrado: alunizar y despegar. Armstrong realizo las maniobras iniciales para acercarse. Yo me hice cargo del acoplamiento a una distancia de siete u ocho metros. El proceso de acoplamiento se inicia cuando los dos vehículos se tocan y la nariz del aparato se desliza al interior del ancla flotante. En ese momento quedan sujetos por tres pequeños cerrojos. Es como si dos sujetapapeles mantengan en contacto los dos vehículos. Hay que encender una pequeña botella de gas, lo cual activa un embolo que literalmente hace que un vehículo chupe al otro. En ese momento funcionan mecánicamente los pequeños cerrojos y entonces uno queda sujeto por doce poderosos ganchos.
Miedo en el cielo
Sigue recordando Collins:
–Justo en el momento en que puse en funcionamiento la botella de gas se produjo una oscilación anormal en el eje. Un barquinazo. Entonces tuvimos ocho o diez segundos de duda. Creí que estábamos más allá de los límites de un encuentro con éxito, y que debería soltar el LEM y reiniciar el acoplamiento.
Los pilotos corren rápidamente el ángulo de su posición. Collins se asusta. Exclama: “¡¡Se desató el infierno!!”. Perotodo queda prontamente resuelto…
Realizado el acoplamiento, el tripulante de la nave Apolo despeja el camino hacia el túnel que une su nave con el LEM, y a través de él -flotando- recibe a sus compañeros.
–Pude verlos a los dos, con sus pequeños ojos, arriba en el LEM, y aunque parezca increíble no puedo recordar cuál fue el primero que volvió conmigo al Apolo. Me reuní con los dos en el túnel y nos dimos la mano, estrechamente. Y eso fue todo… Me pasaron las cajas con las rocas y polvo lunares y las tomé como si estuvieran repletas de joyas, que en cierto sentido lo eran…Tenían la apariencia de algo que uno espera ver apilado en un rincón de la caja de caudales de un banco.
Cerrando una parábola espacial que pone tensa a toda la Humanidad, Apolo XI se posa en el Océano Pacifico con una precisión de reloj suizo, a sólo 1.500 metros del centro del blanco, y con una diferencia de 45 segundos respecto al plan original. Termina un viaje de 195 horas, 18 minutos y 21 segundos. Mientras los astronautas son desinfectados y se ponen trajes asépticos, en la enorme sala de controles en Houston se hace honor a una ya vieja tradición gringa: los puros reemplazan a los cigarrillos, y hacen toser a algunos.
Un helicóptero transporta a los astronautas a un espacio seguro, donde los espera un emocionado presidente de Estados Unidos, quien les felicita a través de un sistema de micrófonos y parlantes.
La misión ha sido cumplida. **
*Este texto de Luis Alberto Ganderats y Rosario Guzmán Bravo forma parte del libro La Luna. Una misión cumplida,1969. Laedición gráfica -con 350 ilustraciones y fotografías- estuvo a cargo del artista, arquitecto y periodista chileno Eduardo Armstrong Aldunate, y la concepción editorial, de la agencia Europa Press. Técnicos de la NASA supervisaron la edición. El libro fue impreso por Editorial Lord Cochrane en octubre de 1969, y distribuido como publicación especial de la Revista del Domingo de El Mercurio. **Al celebrarse los 50 años de la llegada del Hombre a la Luna, en julio de 2019, Edwin Aldrin tenía 89 años y Michael Collins, 88. Neil Armstrong murió en 2012, a los 82 años. Después de Aldrin y Armstrong, nueve astronautas -todos varones- han caminado sobre la superficie lunar. ***El LEM, siglas de Lunar Excursion Module, cambió su nombre por L.M., Lunar Module. Fue conocido como Eagle ( Águila en español).